Hoy y Después en Valencia
Alfredo Fermín. (Foto Archivo)

Este miércoles 16 de septiembre se cumplen tres meses de la lamentable desaparición física de nuestro querido colega, compañero de trabajo y amigo de todos en El Carabobeño, Alfredo Fermín.

Una partida inesperada que llenó de luto a la ciudad, a sus familiares, a sus amigos y compañeros de trabajo y a quienes cada domingo seguían sus escritos en el cuerpo A de la edición impresa de El Carabobeño. También los leyeron en el semanario La Verdad Impresa, que circulamos por seis meses luego del cese de impresiones del Diario del Centro, gracias a la censura impuesta por los gobiernos de Nicolás Maduro y de Francisco Ameliach,  tras 83 años de ininterrumpida presencia en los hogares de Carabobo y de la región central del país.

Desde el 13 de noviembre de 1977, con una religiosidad pocas veces interrumpida, Alfredo Fermín plasmó en las páginas de El Carabobeño no solo sus conocimientos sobre las manifestaciones artísticas, como buen crítico de arte que era, sino sus hermosos sentimientos por la Valencia del Rey, la capital de Carabobo que lo adoptó cuando llegó de su natal Margarita y a la que dedicó más de 50 años de esfuerzos, de desvelos y de lucha por el resguardo de su patrimonio cultural e histórico.

Alfredo nunca fue designado cronista. Las mezquindades políticas no lo permitieron. Pero él era el cronista sentimental de Valencia. Nunca cesó en su empeño por defender a su querida Catedral de Valencia, a la hermosa Plaza Bolívar, el Puente Morillo, la Casa Páez, el Palacio de Los Iturriza y tantos otros íconos, emblemas de una tierra por la que sintió profundo y sincero amor.  Un amor honesto, verdadero.

En las páginas de El Carabobeño quedaron retratadas la belleza del Teatro Municipal, del que fue su presidente, la algarabía por la apertura del Salón Arturo Michelena, luego convertido en bienal, las exposiciones en la Galería Braulio Salazar y cuánto evento artístico se produjera en la ciudad.

Pero también hubo cabida para las denuncias contra el abandono del centro de la ciudad, el robo de las instalaciones del Ateneo de Valencia y la pérdida de valiosísimas piezas que formaban parte de su colección.  Lo denunció hasta el cansancio, pero la arbitrariedad se impuso en esa oportunidad, como lo sigue haciendo en el presente.

El luchó con mucho empeño por Valencia y su valencianidad. Para rendirle homenaje a su dedicación, El Carabobeño iniciará a partir de este domingo 20 de septiembre la difusión semanal de cada una de las columnas publicadas en nuestra edición impresa, que luego serán recogidas en un libro en homenaje a este grande del periodismo, que hoy está reunido en el cielo con sus grandes amigos: Enrique Chichí Hurtado, Raúl Albert, Vladimir Zabaleta, Braulio Salazar y muchísimos otros, con quienes compartió anhelos, sueños, desvelos y  luchas por el rescate de la historia y la cultura de su amada ciudad.

Es una tarea que hemos realizado desde hace algunos meses y que hoy comienza a dar sus frutos. Fueron jornadas completas de búsqueda de ejemplares en los archivos de El Carabobeño, de fotografiar, de transcribir, de reír y recordar valiosos momentos que quedaron fijos en nuestra memoria. Es una tarea compartida con Milagros Ortiz, jefa del Centro de Documentación de El Carabobeño, Javier Caguado, jefe de mantenimiento y Reiver Dávila, un pasante dedicado a la recopilación del valioso material.

Este homenaje es apenas uno de los muchos que Alfredo Fermín se merece de parte de la ciudad, esa a la que amó con pasión y de la que recibió tantas alegrías.

 




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