Sra. Carmen Hernández - Casabera en El Rincón - Campo Carabobo / Luis Cabrera, 2021

Por: Luis Cabrera / @salteveneno

Una mañana, como muchos docentes algo atribulado por las últimas evaluaciones del semestre, subir notas, y escuchar lamentos de algunos alumnos que se desaparecieron por buena parte del período lectivo e intentan a última hora salvar la materia, recibo una invitación por parte de Maria Elena Franco – representante del Centro de la Diversidad Cultural – para acompañarle en una visita a las casaberas en El Rincón, Municipio Libertador. Admiro mucho su entrega y amor por el patrimonio cultural ¿Cómo negarme? Sin dudar acepté.

Llegó el día acordado y salimos vía Campo Carabobo. Durante el camino, iba haciendo memoria de cuánto tiempo había pasado desde la última vez que había visitado las casaberas. Eran más de treinta años. Recuerdo que vivíamos en Las Manzanas, mi papá fue a comprar casabe y nos llevó a mi hermano y a mí para que viéramos cómo se hacía el casabe. En mi memoria, era una vía de tierra, y las casaberas formaban una gran redoma, todas ubicadas alrededor. El olor a leña y poca gente en las calles, todos trabajando.

Cuando llegamos, me percaté de que las calles principales estaban pavimentadas, la redoma se desdibujó, niños jugando fútbol con un balón sin aire, un par de personas haciendo despachos a caballo. Y no, no se había perdido esa atmósfera de trabajo, las jornadas laborales comienzan a las 4:00 am.

Para mí fue un viaje en el tiempo. La comunidad ha cambiado, por supuesto, pero hay procesos y costumbres que han sabido mantener en el tiempo. La calidez humana, la sensibilidad ante el prójimo, la empatía, y la identidad comunitaria son valores propios de estas familias, a quienes el casabe los ha colocado en el mapa culinario latinoamericano.

Las casaberas, pequeñas empresas familiares dedicadas a la producción de casabe (y algunos productos derivados), han sabido darle vida a un patrimonio gastronómico nacional y latinoamericano. Con mucha valentía y amor por sus tradiciones, cada miembro de la familia se involucra en el proceso productivo. Y quienes trabajan fuera de las casaberas, en los fines de semana ayudan en algo.

Son múltiples los obstáculos que deben sortear para continuar con su labor, pero sus creencias y respeto por sus orígenes los mantiene de pie. Al escuchar cada testimonio, se percibe el nivel de compromiso con sus tradiciones, antepasados, y sobre todo su identidad comunitaria.

Regresé satisfecho con el levantamiento fotográfico, más aún por reencontrarme con personas sin superficialidades, con otra percepción de la vida, del aporte a la sociedad. Y por supuesto, explorar las posibilidades del casabe al probar la naiboa, el jau jau, o la chicha, es un privilegio que te hace agradecer haber nacido en esta tierra.




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