De la serie Arquitectura de Crisis - Luis Cabrera

Por: Luis Cabrera / @salteveneno

El ejercicio de la docencia es demandante. Y en lo que respecta a la docencia en fotografía, pareciera que nos enfrentamos al infinito. Siempre hay un tema que abordar, desde lo técnico, lo artístico, lo filosófico.

Durante la práctica docente propongo algunas tareas para los alumnos de pregrado de fácil ejecución, pero con una carga connotativa que los motive a despertar la reflexión sobre el hecho fotográfico.

Una de estas tareas es hacer una fotografía de su dormitorio. Solo eso. Cada quien escoge el encuadre, orientación, planos, ángulos, composición, qué dejar fuera y qué dejar dentro. Tienen pleno dominio de la autoría de su escena. Aun así, no deja de ser una fotografía incómoda en su ejecución.

El motivo de tal incomodidad es que el dormitorio es un espacio personal, privado, íntimo. Y aunque en las instrucciones no se hace mención de que se deba compartir la fotografía, el solo hecho de realizarla despierta la posibilidad de que alguien más pueda verla, y esa parte de nuestra intimidad quedaría expuesta.

La influyente fotoperiodista Dorothea Lange, nos da una gran lección de vida cuando señala que: “El fotógrafo no sospechará de las cosas familiares por miedo a lo doméstico. Se encontrará con que lo sencillo es complicado; lo mínimo, enorme; lo insignificante, decisivo”.

La mayoría de los alumnos manifestó que antes de hacer la fotografía decidió acomodar su habitación. Ante el riesgo de ser criticados, prefirieron “maquillar” su espacio.

No se solicitó que la mostraran, era un mero ejercicio en el que se tenían que enfrentar a una situación en la que se dieran cuenta de lo incómodo que puede ser para cualquiera que su espacio personal fuese invadido por la mirada ajena de espectadores a través de una fotografía.

Queda abierta la invitación a aprender a observar el espacio cotidiano. Es un espacio que solemos subestimar, pero cómo pretender contar las historias de los demás cuando no podemos contar nuestra propia historia. Por lo que hay que cultivar la observación diaria.

“La observación diaria es, en realidad, observación sin atención […] Aprender a mirar más de cerca las cosas cotidianas será al principio un esfuerzo consciente, pero con la práctica se convierte en un hábito vital”, afirmó el escritor y fotógrafo Michael Busselle.




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