Por: Luis Cabrera / @salteveneno
La cámara fotográfica integrada a nuestro dispositivo móvil se ha convertido en una gran herramienta, un aliado que gracias al desarrollo de algoritmos de inteligencia artificial identifican las escenas para realizar los ajustes técnicos de forma eficiente.
La integración con google lens parece inminente para una nueva generación de smartphones, por lo que en una primera etapa, cuando la cámara reconozca el objeto (lugar, monumento, etc) fotografiado se hará automáticamente una búsqueda online y suministrará información de interés sobre ese elemento. Interesante y didáctico.
Algunos smartphones poseen cámaras capaces de reconocer hasta once escenas distintas para ajustar sus parámetros, dejando en el usuario solo la responsabilidad compositiva, por los momentos. Y llegará el momento en que algún software también asista al usuario en este aspecto compositivo.
Se nos ha vendido la idea que todos estos adelantos tecnológicos facilitan la experiencia ahorrándole tiempo al usuario en conocimientos técnicos para que haga fotografías y su único – y realmente importante aporte – sea la creatividad.
¿Pero acaso la destreza del manejo de los parámetros técnicos no forman parte de la creatividad? Una fotografía en movimiento, un paisaje con contraluz, pintar con luz, son ejemplos cotidianos de cómo el manejo de estos parámetros nos permite crear.
Delegar completamente esta responsabilidad nos lleva a un terreno de autómatas, dependientes de una tecnología que piense por nosotros, y que en gran medida será capaz de definir la estética de las masas.
Los cambios tecnológicos deben ser aprovechados, disfrutados, pero también reflexionados. Porque cuando se discute sobre creaciones a través de inteligencia artificial (AI), hasta esa “capacidad creativa” del humano se va desvaneciendo.
