La libertad no es gratis. La Democracia, con mayúscula, tampoco. El respeto a los derechos humanos no ocurre en un vacío ni en condiciones de laboratorio. Una república es mucho más que una Constitución, unas leyes y una gente ocupando cargos en unas instituciones. Todo lo anterior –libertad, democracia, derechos, instituciones y leyes- se manifiesta dentro de una sociedad que ocupa un territorio y forma una nación. Y esa nación, según dijoSamuel Huntington hace más de dos décadas ensu libroEl Choque de civilizaciones, pertenece a una determinada civilización con la que comparte valores, creencias y tradiciones; cultura, en otras palabras.

Releyendo a Huntington,se recuerdanlas abundantes críticas que se han hecho a sus argumentos: la sobre simplificación, la existencia de diferencias internas entre civilizaciones y la mezcla ecléctica de atributos que usa el autor para definir los conjuntos de naciones que se agrupan por afinidad cultural. Sin embargo, y corrección política aparte,resulta difícil negar las evidencias de que la cultura, los rasgos sociales dominantes, la idiosincrasia o como se le quiera llamar, ocupa un sitio muy relevante –y poco aceptado por la sabiduría tradicional- en la forma cómo se organizan las sociedades y en la selección final de quién se pelea con quién. Según El Choque… la actual guerra de Ucrania sería un enfrentamiento entre la civilización ortodoxa rusa y la occidental (ya no entre comunismo y capitalismo, como se hubiera dicho hace 40 años), mientras que otra civilización, la sino-asiática, estaría viendo el combate desde las gradas sin tomar abiertamente partido, hasta ahora, por ninguna de las partes en pugna. En síntesis, Ucrania quiere irse a Occidente por decisión propia pero los rusos la quieren de su lado de la cerca. Ucrania estaría atrapada entre dos conglomerados nacionales que poseen visiones del mundo muy diferentes.

La referencia a Huntington y sus civilizaciones culturales me vino a cuento luego de repasar varias referencias a la transición (petrolera, política, económica) de Venezuela a partir del chavismo: lo que dice la gente que ocurrirá –o tendrá que ocurrir- para que el país se mueva de la dictadura que es hoy hacia una república con un gobierno democrático y una economía más o menos liberal. En todos los escenarios se mencionan los caminos, las inversiones y las transformaciones que serán necesarios para que la transición llegue a puerto de manera ordenada y pacífica. Se habla de los montos y los años para recuperar la industria petrolera, de la necesidad de reinstitucionalizar el poder judicial o de la urgencia en iniciar un combate serio contra la corrupción. Lo que no se menciona por ninguna parte es el cambio cultural que tiene que ocurrir para que la sociedad venezolana le sirva deapoyo y abono a la democracia, en lugar de oponerse a ella. No sabemos cómo ha cambiadoel soberano que votó por el chavismo en 1998 y que tiene 23 años viviendo en el socialismo siglo XXI; si acaso sabemos que hay 6 millones de habitantes menos y que el colapso del país no debe haber dejado mayores enseñanzas aprovechables para una eventual reconstrucción (como dato de interés, una encuestadora reportó, el año pasado, que 60% de la población le daba una buena evaluación alos 12 años de gobierno de Hugo Chávez).

Independientemente de que ocurra el difícil supuesto de que el régimen chavista se ofrezca para irse desatornillando del poder, el paso a una república no ocurrirá –o durará muy poco- si la gente no modifica sus creencias y rasgos culturales dominantes. En Venezuela no habrá una transición política sosteniblesi antes –o en paralelo- no ocurre una transición cultural. Para afirmar que existe una democracia, la sociedad debe pasar del caudillismo, el populismo y la externalidad a la ciudadanía democrática, la diversidad de opiniones y la responsabilidad individual, por mencionar solo algunos de los valores que tienen mayor incidencia en las probabilidades de que se mantenga un régimen de libertades. Pero este cambio, como cualquier otro, no llegará a primera base si no figura en la agenda.




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