Fígaro, personaje creado por Beaumarchais se convirtió en sinónimo de barbero después de las óperas de Mozart y Rossini inspiradas en dos comedias del escritor francés.

Los barberos de la vida real hacen de periodistas y psicólogos. Algunos de avezados comentaristas sobre todos los temas que quepan entre los deportes y los Ovnis. Muchos tienen un segundo oficio, con frecuencia el de músicos por lo que se los representa con traje sevillano, cuchilla en una mano y guitarra terciada en la espalda.

En Carabobo ha habido abundantes afeitadores porque es un trabajo que se aprende viendo y trasquilando. Pero la mayoría logra hacer de su oficio un arte.

En la historia regional figuran barberos sangreros como el General de la independencia, el porteño Juan José Flores. Pero hay posteriormente barberos de calle, en casa, de puesto alquilado o propietarios.

Vicenzo Chinnarella en los cincuenta llegó a Los Colorados hasta que pudo montar su propia barbería en el barrio El Carmen del sur de Valencia.

En la Lisandro Alvarado, al lado de la Padre Bergeretti, Francesco atendía a los residentes de la zona en su barbería Miranda. En la misma avenida, otro inmigrante, Di Marco abrió su local en el que su esposa Eva, nativa de La Pascua, le hacía el quite ante cualquier falta.

La gorda Adela tenía su barbería en su casa de San Blas: espejo, tijeras, paño y una silla normal. En su clientela predominaban los adolescentes porque cobraba un real. A veces acudía a la totuma.

Pero el título de barbero de San Blas lo ganó Rocco Viapiana Nacarato quien se inició en la calle Ricaurte con Rondón y años después se mudó en la misma Ricaurte entre Independencia y Libertad. Este decano de peluqueros monta anualmente en su local un espectacular nacimiento.

Hubo también en los cincuenta una barbería en La Candelaria, ubicada en la Manrique en la casa del señor Pedro Castellano, oriundo de Yaracuy, padre legal y afectivo de la entonces niña Mirla Castellano. En esa calle, entre Colombia y Páez, Mauricio sostenía amenas charlas con sus clientes. Tres italianos ofrecían sus cortes de cabello, barba y bigote en la Ideal.

En la Carabobo, cerca del Mercado libre se instalaron dos italianos que siempre tenían gente esperando. En esa calle, a escasos metros de la Cantaura, el señor Custodio comenzaba puntual sus labores. En el pasaje Centro frente a la Plaza Bolivar adquirió fama una barbería por hacer los mejores cortes cepillo.

Fue muy conocido un barbero de la calle Comercio a quien llamaban 21 porque tenía dos pulgares en una mano.

Mucho cabello corrió en la barbería de dos italianos en el Edificio Arenas de Valencia, como en la de Germán Bello en Cedeño con Bolivar, al lado de la Farmacia Lourdes.

Afilando su navaja en la cinta de cuero, el señor Francisco Bermúdez asustaba a los niños de Caja de Agua y el señor Colón hacia gala con su Barrilito en la Navas Spínola entre Carabobo y Soublette.

En el centro comercial Caribbean Plaza hubo un barbero muy estimado por su trato y sus cortes, vino desde el sur de Italia para hacerse amoroso ciudadano de Valencia. Detrás del Regio, Anguito y Angel, ambos valeranos, atendían en el Gran Salón. Después cada uno montó barbería aparte.

Hacia finales de los sesenta se generalizó el reinado de la máquina eléctrica. Entonces estuvieron de moda varias barberías de lujo. Una en la Plaza La Candelaria con un barbero apodado Tarzán por el parecido con el rey de la selva de las películas. Pero la barbería modelo fue la Adriática situada en el pasillo exterior del Le Paris, en un local con aire acondicionado, servicio de manicure y lavado de cabello, no muy aceptados en la época.

Uno de sus seis barberos, Vito, estuvo entre los primeros en ofrecer laca en Spray.
Los valencianos de mayor abolengo, propietarios de 262 acciones del Country, podían afeitarse con Gino un barbero muy agradable y respetado en el club. Su local era una extensión del bar. Los militares lo hacían en las instalaciones del cuartel.

Monseñor Del Prete y el padre Freites asistían a La Adriática. Lisandro Estopiñán prefería a su cuñado Giuseppe Cavallo. El ex rector Mercado fue cliente ambulante hasta que la crisis salarial de los profesores universitarios lo llevó a los barberos de calle. Rafael García Marvez es un caso más repetido de lo esperado: desde que se enamoró de Olga no va a una barbería. Desde entonces hasta ahora ha sido su esposa quien le corta el cabello.

Entre los números barberos del Puerto se recuerda al señor Marquina, un tachirense, con su establecimiento de la calle Carabobo. Y a Giuseppe en su localcito del ya desaparecido Capri. Alex Ulloa, de las nuevas generaciones es un TSU en mecánica industrial que se hizo ingeniero a punta de pase UD.

En Guacara destacan Don Cruz Castillo, cantador de tangos y elegante bailador, Bernabé Torres uno de los fundadores de la Banda Municipal, Blas Torres barbero y pulpero, Pepino en la Plaza Bolivar. Y el barbero errante Pascuale Manzo que se mudaba de barbería, con sus clientes fieles, cuando los dueños no atendían sus demandas.

En San Joaquín hay una familia entera de barberos, los Disaba. El fundador Doménico; sus hijos, Andrés y Juan y el nieto Nicola en la Avenida Sucre. Otro italiano, Paolo, se mantiene frente al Concejo Municipal. Y en la antigua calle de La Estación el popular Pitiguey.
En Bejuma una de las dos primeras barberías se llamó Tanino, una asociación nostálgica con las vendimias del país natal.

 




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