Nuevamente la alianza que se presenta como “de los países del sur” y conocida como BRICS está dando que hablar. El nombre proviene del acrónimo de los países Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica, un grupo de economías emergentes que ha cobrado renombre en el escenario internacional en los últimos años.

En su reunión en Johannesburgo en agosto de este año fueron admitidos seis países adicionales, efectivo a partir del 1º de enero del 2024, Argentina, Egipto, Etiopía, Irán, Arabia Saudita y los Emiratos Árabes Unidos. Con esto los aliados agregan reservas petroleras y recursos financieros, pero muy poca influencia y poder.

El grupo data del 2010 y representa aproximadamente un tercio de la población mundial, un cuarto del PIB y una quinta parte del comercio mundial. Las implicaciones del BRICS podrían ser significativas a mediano plazo, tanto para los países miembros como para el resto del mundo.

Para los países miembros, el BRICS ofrece una oportunidad de cooperación para promover su desarrollo. Estos países pretenden coordinar sus intereses comunes en áreas como el comercio, la inversión, la energía y la tecnología.

La colaboración entre ellos podría ayudar a impulsar el progreso socioeconómico dentro de la alianza y también en otros países que logren obtener financiamiento dentro del nuevo bloque. También podría redundar en una mayor competencia en los mercados mundiales, lo que obligaría a las empresas globales a mejorar su eficiencia y su productividad.

Para el resto del mundo, el BRICS representa la búsqueda de un nuevo centro de poder político y económico. El grupo busca desafiar la hegemonía de las economías occidentales, como Estados Unidos y Europa. El BRICS promete impulsar un nuevo orden mundial más multipolar.

Si lograsen ponerse de acuerdo, las implicaciones generales del BRICS podrían ser significativas y estarían cambiando el panorama económico mundial. Pero, si miramos más allá de las primeras impresionas, los miembros fundadores no ofrecen un reto real al status quo y sus posibilidades de acuerdos significativos son muy remotos.

China, en el 2º lugar mundial por su PIB y con ínfulas de grandeza, tiene serios problemas domésticos, con su economía pasando el peor momento de los últimos años. Xi ha sustituido a tecnócratas por aliados políticos en los principales cargos del país, con muy malos resultados.

La pandemia y ahora su economía son claros ejemplos de ello y las tensiones comerciales con el mundo occidental tampoco ayudan mucho. Además, el manejo oscuro de su moneda la hace inviable como mecanismo serio de intercambio, más allá de algunas negociaciones bilaterales.

La India, una potencia en franco desarrollo, en el 5º lugar por PIB mundial, casi no se habla con su vecino el dragón rojo por ancestrales conflictos territoriales. La causa fundamental es una frontera en disputa de unos 3.400 km. de largo.

Las tensiones latentes implican el riesgo de una escalada que sería devastadora, ya que ambas son potencias nucleares y China es uno de los mayores socios comerciales de la India.

En Rusia, ranqueado 11º por PIB, el presidente invadió Ucrania “porque si”, siguiendo los trasnochados sueños de guerra del frustrado ex KGB, con resultados vergonzosos en lo bélico, serias consecuencias para su economía y mucho deterioro en las condiciones de vida de su pueblo.

Mr. Putin no asistió a la referida cumbre de Johannesburgo por una orden de captura internacional en su contra. Mayor oprobio.

Brasil, en el puesto 10 por PIB, es un terreno bastante conocido para nosotros. Su presidente es un expresidiario, encarcelado por corrupto, con mucha labia y que hoy surfea la ola de un desastroso gobierno del radical Bolsonaro.

China es el principal aliado comercial de Brasil, con casi un 30% de su intercambio internacional, por lo que está promoviendo la alianza para acercárseles aún más.

Suráfrica está lejos en el ranking económico mundial, hoy en el puesto 38 por PIB y no ofrece mucho en términos de poder político y desarrollo social. La alianza lo admitió como el primer país de expansión, para “poner el pie” en el continente africano.

Actualmente, inmerso en una crisis energética severa y altos niveles de desempleo, comercia con China, EE.UU., Japón y Europa, exportando principalmente metales y minerales para abastecerse de casi todo lo demás.

Ahora el BRICS le da la bienvenida a una serie de países con los cuales le será aún más difícil conciliar. Como decía más arriba, si lograsen ponerse de acuerdo. Pero viendo la situación actual de cada uno de ellos y lo divergente de sus agendas, está claro que las intenciones no son meramente desarrollo social y comercial. Cada uno está halando la sardina pa’ su brasa.

guillermomendozad@gmdconsultor.com

 




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