Cuando la benemérita “Fe y Alegría” convoca a una Alianza por la Educación y Ugalde nos recuerda su urgencia en reciente artículo, presenta Carlos Eduardo Herrera su libro La Educación en Venezuela: Dos Dimensiones de un Derecho, con sello editorial de la Cátedra Brewer-Carías de la UCAB y EJV. Hijo de Pablo y sobrino de Luis, dos grandes venezolanos, a punta de seriedad y empeño Carlos Eduardo, se ha ganado un lugar propio en la estima de sus conciudadanos. Fuimos compañeros cercanos de trabajo en el gobierno, entre 1979 y 1983 y tenemos común militancia en la idea humanista cristiana, pero mi comentario a su obra no viene de esa larga relación de mutua amistad, más bien brota de la radical importancia del tema que aborda con el sereno juicio del rigor de quien conoce y comprende.

Hay un derecho a educarse y un deber de educarse. Sólo formándonos más y mejor podemos contribuir más y mejor como personas a nuestra propia realización y al bien común de la sociedad. Hay un derecho a educar y un deber de educar. Por su naturaleza, este imperativo precede a toda norma jurídica y también la trasciende. El derecho a educarse es de cada persona y también el deber. El derecho a educar es de las personas individual y socialmente, empezando por las familias que tienen por tanto ese deber. En el Estado, es deber y no derecho. Obligación que la Constitución en el 102 llama “misión indeclinable”.

Y está clarísimo, en este mismo texto. Ni siquiera es necesario subir a la filosofía ni engancharnos en debates ideológicos. Misión es “Poder, facultad que se da a alguien de ir a desempañar algún cometido” e indeclinable significa “que no se puede rehusar”. O sea, un deber que por su misma esencia es subsidiario, de modo que todos, sin excepciones, discriminaciones o exclusiones, puedan ejercer lo que pauta el 103: “Toda persona tiene derecho a una educación integral de calidad, permanente, en igualdad de condiciones y oportunidades…”. Poner “la instrucción al alcance de todos” es deber de la sociedad, decían ya en 1811, los patriotas que fundaron la República y dictaron su primera constitución.

Y eso ¿cómo es? Pues volvamos al artículo precedente, con una educación “fundamentada en el respeto a todas las corrientes del pensamiento, con la finalidad de desarrollar el potencial creativo de cada ser humano y el pleno ejercicio de su personalidad en una sociedad democrática…”

La educación es tarea de todos, en todo, toda la vida.




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