En 810 dependen de barrios vecinos para tener agua

María Pernía recuerda con nitidez la tarde en que conoció al alcalde de Valencia, Alejandro Marvez. Fue durante una caminata casa por casa, de su campaña electoral, en la que se detuvo en las afueras de la comunidad 810, de la parroquia Santa Rosa y a viva voz prometió que, de salir electo, asfaltaría las calles del sector. Hasta ahora no ha vuelto.

Pernía es oriunda de Barinas, pero encontró la tranquilidad en su casa del barrio 810, en el que a pesar de las dificultades, logró montar una bodeguita que le permite tener un sustento, además de ayudar a su comunidad; sobre todo en esa zona de Santa Rosa, donde hasta ahora tendrían el record de jamás haber visto un funcionario del gobierno local, salvo que se trate de un cuerpo policial o voceros del gas doméstico.

“Aquí no tenemos agua. Nosotros tenemos que depender de la bomba del barrio de al lado para poder llenar nuestros tanques. Aprovechamos que algunos vecinos tienen mangueras que se extienden hasta la comunidad de al lado y después la vamos pasando casa por casa”.

Calles de 810 son un cúmulo de escombros, basura y lodo

El barrio 810 es un cúmulo de casas improvisadas en un terreno pronunciado. La entrada principal es reconocible por ser el final de la calle asfaltada del barrio contiguo, que da paso a un camino de tierra, basura y agua estancada, que sirve como atrio de la comunidad. María Pernía, al ser consultada por la promesa de campaña del alcalde, solo apuntaba su mano hacia el suelo enlodado, como prueba irrefutable del incumplimiento.

“Este barrio tiene más de 17 años y nunca le han hecho un cariñito. Solamente cuando hay elecciones se paran del lado del asfaltado; prometen cosas y nunca cumplen”.

La autogestión en Barrio 810 no es solo una virtud, sino una necesidad colectiva, para poder tener niveles mínimos de condiciones de vida. En ese sentido, Rubí Amaris relató que hace varios años un grupo de vecinos logró que la Hidrológica del Centro (Hidrocentro) instalara el servicio de agua en dos calles cercanas al sector. Desde ahí los vecinos logran conectarse, para surtir agua a sus hogares.

“La verdad es que aquí no tenemos agua. Todo lo hacemos con autogestión de los vecinos”.

Más de mil niños viven en la comunidad

Amaris era trabajadora pública, pero decidió abandonar su empleo para dedicarse a la repostería y vender sus tortas en la comunidad, una actividad que la une a María Pernía, su compañera de gestiones, cuando deciden recolectar insumos y fondos para hacer comida a los más de mil niños que viven en el sector.

“Aquí hay muchísimo niños, al menos mil. Nosotros nos organizamos con la gente del Clap para que cada quien con sus recursos ayude a los muchachitos. Cada quien pone un azúcar, una harina y les hacemos tortas”.

La organización en el Barrio 810 permitió que un grupo de vecinos, en alianza con una iglesia evangélica, pudieran crear un comedor popular, con recursos mixtos entre la feligresía y comerciantes de la zona, que se animan a colaborar. La comida no solamente la destinan a los más necesitados, sino que también le brindan alimentación a los reclusos de un módulo policial cercano.

“Los recursos vienen de la iglesia y personas que colaboran con agua, carne y verduras. Hacemos la sopa los martes y viernes y salen al menos 200 platos de sopa en un día”, explicó Óscar David Márquez, miembro de la organización Monte de Dios.

Los vecinos del Barrio 810 piden a las autoridades que les tomen en cuenta para la adecuación de calles, redes eléctricas y servicios básicos, pues a pesar de la fuerza de la autogestión, constituye obligación del Estado disponer de los recursos de la Nación para atender esta necesidad social.




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