Cada 22 de febrero surgen los mismos debates: que si es mentira eso de que las mujeres cobren menos que los hombres, que en ciertos trabajos eso no sucede, que puede que cobren menos pero es porque trabajan menos horas, etc., son un ejemplo de los cuestionamientos que cada año se encuentran quienes se encargan de reivindicar la igualdad salarial para mujeres y hombres.
No importa que las estadísticas digan que “Una mujer tiene que trabajar 82 días más que un hombre para cobrar lo mismo”, que la Ministra de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad de España, declare que las mujeres perciben un salario anual en torno a un 20% inferior al de los hombres por trabajos iguales, que el Informe de Impacto de Género diga que una mujer puede cobrar un 41,3% menos que un hombre, muchas personas siguen negando la realidad y afirmando que eso no es cierto.
La igualdad salarial es el concepto según el cual los individuos que realizan trabajos similares (o trabajos con la misma productividad) deben recibir la misma remuneración, sin importar el sexo, raza, orientación sexual, nacionalidad, religión o cualquier otra categoría. Ésta viene establecida en el Artículo 7 del Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales. El 22 de febrero se celebra el Día Europeo por la Igualdad Salarial.
Usualmente, el concepto es utilizado en un contexto de discriminación. La igualdad salarial no se refiere únicamente al salario básico, sino también a una amplia gama de beneficios laborales, pagos no salariales, bonos, etc. Dado que la igualdad salarial es difícil de implementar en una sociedad libre, los gobiernos suelen establecer leyes de discriminación positiva que procuran establecer cierta paridad entre quienes son discriminados y quienes no lo son.
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