Asisto a un webinar sobre Venezuela. El tema es recurrente, la pregunta que todos quieren responder, quizás porque encontrando la respuesta se abra el camino para explorar soluciones ¿Cómo llegamos aquí? ¿De dónde salió el chavismo? ¿Cómo es posible que una minoría incompetente y sin ideas haya acumulado tanto poder y se haya dado el lujo de destruir el país? Mientras que la falta de escrúpulos, la represión, el monopolio de la violencia y la asesoría cubana pueden responder parte de la última pregunta, siempre queda en el aire la interrogante de fondo ¿Cómo fue que la gente se dejó engatusar en 1998, y siguió engatusada por años, por Hugo Chávez y su tribu?

La respuesta que se manejó en este webinar –con tintes de causa única, como es culturalmente típico en Venezuela- fue que el fracaso proverbial del proceso económico y social venezolano se debía al tamaño y el poder del Estado. O sea, que un Estado rico y acaparador, dueño de las minas y del petróleo en un territorio minero y petrolero, no tiene que responderle a la sociedad porque se basta a sí mismo para cobrar y darse el vuelto. No necesita de los impuestos ni de la participación de nadie y puede darse el lujo de correr por la libresin que existan muchos mecanismos democráticos para frenarlo. Al final, sucede que si los que ocupan el Estado poderoso son unos autoritarios militaristas pues el gobierno terminará en una dictadura.

No cabe duda de que el Estado hipertrofiado e interventor (impropio, lo llamaría Adam Smith) es y ha sido un problema en Venezuela. Una gobernanza con tanto poder corre un riesgo muy alto de corromperse y salirse del cauce democrático, sobre todo si le toca actuar en un país de instituciones débiles como Venezuela. Pero de ahí a que sea el Estado poderoso el causante de las crisis hay una brecha conceptual que deja de lado el verdadero origen de la concentración de poder en los que gobiernan. Este origen no está en otra parte sino en las creencias y valores de la gente; en la cultura de la sociedad; en la preferencia por los mandamases y los caudillos y en la falta de paciencia del soberano con los procesos democráticos.

En el webinar se buscaron los orígenes del poderoso Estado venezolano –el dueño de las minas y los yacimientos- en el imperio romano, en el reinado de Carlos III de España y en el decreto de Quito de Bolívar en 1829. En todo momento el enfoque fue que alguien –el emperador, el rey, el Libertador- tomó la decisión de optar por un gobierno central y omnipotente sin preguntarle a nadie, y la gente acató la decisión por los siglos de los siglos hasta hoy, año 23 del chavismo. En otras palabras, fue un poderoso el que decidió que el Estado fuera lo que es. Y no hubo ningún Thomas Jefferson que le dijera “un gobierno lo suficientemente grande para darte todo lo que quieres, también es suficientemente grande para quitarte todo lo que tienes”.

Sin hurgar mucho en la historia antigua, Venezuela tiene dos ejemplos recientes que muestran que el Estado grande es efecto, y no causa, de lo que ha sucedido en el país. Durante el gobierno de Carlos Andrés Pérez se hizo el único intento serio desde que tenemos memoria para reducir el tamaño del Estado, descentralizar el poder y abrir la economía. El resultado está a la vista de todos: CAP fue destituido con el beneplácito de las élites políticas y económicas del momento y, lo que es más revelador, con el aplauso de la sociedad.Con las cacerolas sonando desde las gradas. A casi nadie pareció gustarle que el gobierno se “debilitara” (en realidad se hacía más fuerte) perdiendo competencias y transfiriéndole decisiones a los ciudadanos, y el ensayo de CAP se frustró.

Un lustro después de la caída de Pérez y su esfuerzo de modernización, el electorado venezolano mostró su verdadera aficiónpor los caudillos y los gobiernos “fuertes” y eligió a un candidato claramente autoritario, interventor, con mucha hambre de poder y además militar y golpista. El personaje perfecto para liderar un gobierno impropio que terminaría quitándole a la gente todo lo que tenía.En ninguno de los dos casos (CAP y Chávez) a la gente la obligaron a rechazar un modelo y adoptar otro. En Venezuela, el Estado propietario no es una causa; es el efecto de lo que piensa quien lo elige.




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