Una cierta narrativa pretende abrirse paso en el debate de las fuerzas democráticas venezolanas. Se trata de minimizar el rol político del gobierno interino reconocido por las 50 democracias más decentes del mundo; dar por concluida la continuidad de la Asamblea Nacional y considerar a Guaidó a simple interlocutor de la oposición. Para esta tesis, su interinato quedaría reducido a la quimérica gobernación de la ínsula de Barataria, legada a Sancho, su fiel escudero, por la no menos quimérica autoridad de Don Alonso Quijano.

Como “de todo hay en la viña del Señor”, forzoso es concluir que no todos los que tienen esta postura, lo hacen por las mismas razones. Hay aquí, un abanico de posiciones que va desde quienes con honestidad intelectual cuestionan jurídica y políticamente tal realidad, hasta los que la asumen como parte de su estrategia de esperar a Guaidó “en la bajadita”.

Dicho esto, pasemos a considerar algunos aspectos que hacen, a nuestro juicio, imprescindible, en la lucha por la democracia venezolana, asumir y mantener como una conquista, ese reconocimiento de la presidencia interina ejercida por Juan Guaidó.

Comencemos por afirmar que no pretendemos atrincherarnos en ningún argumento leguleyo, pero si es necesario poner de relieve la opinión que, en su momento, emitió el Bloque Constitucional de Venezuela, coordinado por el Dr. Ramón Duque Corredor e integrado por eminentes juristas venezolanos, con la que dejó meridianamente establecido que no habiéndose realizado elecciones legítimas, de acuerdo con la Constitución, la Asamblea Nacional, electa el 2015, se mantenía en ejercicio de sus funciones. Siendo Juan Guaidó su presidente, le corresponde asumir la vacante absoluta de la primera magistratura nacional, declarada anteriormente por la misma Asamblea Nacional.

¿Se trata de un caso atípico? Si, sin ninguna duda. Seguramente las facultades de ciencias políticas y jurídicas del mundo entero lo estudiarán en los próximos años como una peculiaridad inédita. Pero lo estudiarán como una incidencia jurídica alternativa y no como una chapucería caprichosa. En esto, por cierto, han coincidido las cancillerías y sus servicios jurídicos de más de 50 países en el mundo que mantienen su reconocimiento a Guaidó.

Este hecho, por cierto, no solo tiene las connotaciones políticas y jurídicas válidas para nuestro país, sino que el ejercicio del gobierno interino de Guaidó, es el que ha servido de base para todas las decisiones judiciales que han materializado la protección de activos de la República en el extranjero. La mayoría de los tribunales de los países donde esos bienes y haberes se encuentran, han terminado resolviendo, conforme una doctrina y jurisprudencia pacíficas, que otorga la titularidad de los derechos que dimanan de esos bienes, a las instituciones que las cancillerías y gobiernos donde tienen sede esos tribunales, reconozcan. Es por ello que el Banco de Inglaterra no ha entregado el oro de sus bóvedas a Maduro y que los tribunales de Luxemburgo, Suiza y Estados Unidos, mantienen congeladas cuentas que de otra manera estarían en manos de la corrupción. Tampoco Gustavo Tarre sería embajador en la OEA, ni recibieran a Guaidó como primer mandatario en decenas de los más importantes países del mundo.

No sería serio y no se podría comprender, que mañana dijéramos a todos esos países que hemos resuelto cambiar de criterio; que ya Guaidó no es el presidente interino y que los bienes asegurados deben regresar a las manos de quienes los han dilapidado.

Como podrá apreciar el lector, no se trata de un asunto menor y aun cuando es legítimo que aquí cada quien, conforme a sus intereses y opiniones, tenga una posición determinada sobre el tema de la vigencia del mandato de Juan Guaidó, como presidente interino, el asunto no puede ser despachado alegremente. Se trata de una cuestión mayor; de una conquista que tenemos los demócratas venezolanos y que es necesario preservar.

Aquí no debería importar las luchas por liderazgos; ni los intereses políticos que siempre habrán. En la consideración de este tema debería privar un consenso por encima de las diferencias. Venezuela no es Barataria, es un país sufrido, asediado por una crisis monstruosa donde solo la pequeña burbuja de privilegiados afectos al régimen, tienen acceso a los favores de una vida normal.

De ponernos de acuerdo y construir un consenso sobre este y otros temas claves de la lucha política hoy en día, podrá depender lo temprano o tarde que salgamos de esta pesadilla.




Estimado lector: El Diario El Carabobeño es defensor de los valores democráticos y de la comunicación libre y plural, por lo que los invitamos a emitir sus comentarios con respeto. No está permitida la publicación de mensajes violentos, ofensivos, difamatorios o que infrinjan lo estipulado en el artículo 27 de la Ley de Responsabilidad en Radio, TV y Medios Electrónicos. Nos reservamos el derecho a eliminar los mensajes que incumplan esta normativa y serán suprimidos del portal los contenidos que violen la Constitución y las leyes.