El historiador Luis Heraclio Medina no tiene dudas de que el golpe de Estado del 23 de enero de 1958, mediante el cual se derrocó la dictadura del general Marcos Pérez Jiménez, fue una consecuencia directa del fraude electoral del plebiscito del 15 de diciembre de 1957, que éste había orquestado.
Medina cita que en esa oportunidad Pérez Jiménez pretendió legitimarse para un nuevo período constitucional por medio de un plebiscito, es decir, una consulta electoral para que la población decidiera por su continuación en el poder, o por su salida.
En ese momento Pérez ya llevaba participando en el gobierno, bien como presidente o como miembro prominente de juntas de gobierno, nueve años, desde el golpe de 1948.
El historiador comenta que eso era demasiado tiempo para el sentir de la gente, que todavía recordaba la era de la larguísima dictadura de Juan Vicente Gómez.
Era de la opinión generalizada, que Pérez Jiménez hizo adulterar los resultados del plebiscito, burlándose así de la voluntad popular. Lo cual desencadenó una serie de protestas de amplios sectores de la sociedad civil, sindicatos, estudiantes, prensa y hasta la iglesia católica.
En su opinión, uno de los grandes errores de Pérez Jiménez fue en confiar en que, con su extraordinario programa de obras físicas, avenidas, puentes, hospitales, universidades, edificaciones escolares, hoteles, trenes, astilleros, estadiums, etc., sería suficiente para ganar el respaldo popular sin la necesidad de constituir una estructura político partidista sólida.
La gesta que derivó el 23 de enero
El historiador recuerda que la protesta de la sociedad civil tuvo su más álgido momento con el paro general, que llevó a una paralización de buena parte del país pocos días antes del 23 de enero.

Asegura que los mandos medios de las Fuerzas Armadas intentan sublevarse a principios de enero, lo que evidenciaba que Pérez Jiménez había perdido su autoridad.
Es ante esta situación, sus propios compañeros del alto mando militar le piden al dictador que abandone el cargo, lo que efectivamente hizo en las primeras horas de la madrugada del 23 de enero.
“No hubo, como muchos creen, combates en las calles de las ciudades, ni bombardeos. Fue lo que se llama un golpe seco, sin derramamiento de sangre. En la oscuridad de la noche, sin que prácticamente nadie lo viera, agarró su avión y se fue”.
Medina narra que, ya escapado Pérez Jiménez, se produjeron, especialmente en Caracas, saqueos y tumultos que fue lo que dejaron varios muertos y el asalto a la sede de la policía política, la Seguridad Nacional, donde también hubo varios fallecidos.
Pérez Jiménez elegido después del golpe de Estado
Paradójicamente pocos años después, Pérez Jiménez presentó su candidatura a senador de la república, ganando el cargo por la votación más grande que jamás hubiera obtenido candidato alguno.
“El mismo pueblo que protestó para que se fuera, ahora votaba para que regresara, pero los tribunales de la justicia adecopeyana burlaron la voluntad popular y Pérez Jiménez no pudo ser senador como soberanamente el pueblo lo había elegido”.
Luis Heraclio Medina apunta que en 1973 nuevamente volvió a la carga electoralmente Pérez Jiménez, al tratar de presentar su candidatura presidencial, pero otra vez los partidos políticos temieron enfrentarse electoralmente con él, y a toda carrera hicieron modificar la Constitución, para que no pudiera ser candidato presidencial
“Así el poder estuvo en manos de los partidos socialistas (social cristiano Copei y social demócrata AD) que con su corrupción e ineficiencia, desencadenaron la llegada al poder de otros socialistas, los de la ultraizquierda, que con sus nuevos fraudes y prácticas totalitarias y dictatoriales hacen ver al general tachirense como un culto, eficiente y ordenado niño de pecho”.