La gente pasa indiferente por delante de un cartel con fotos del ex dictador Manuel Noriega. (AFP)

El cuerpo del exdictador panameño Manuel Antonio Noriega, de 83 años, fue incinerado este miércoles, en medio de la indiferencia hacia un general que gobernó con mano de hierro (1983-1989) y que fue condenado por desaparición de opositores a su régimen.

«Ya se realizó la cremación, la ceremonia religiosa y se depositaron las cenizas», dijo a la AFP Ezra Ángel, abogado de Noriega, sin dar más detalles.

Noriega falleció en la noche del lunes en el hospital público Santo Tomás, donde se encontraba recluido tras ser operado el 7 de marzo de un tumor cerebral benigno.

El miércoles un grupo reducido de familiares y amigos le rendieron un pequeño tributo privado en el crematorio, entre ellos sus tres hijas (Sandra, Lorena y Thays) y sus nietos.

«Fue una ceremonia muy emotiva», dijo el miércoles el periodista y amigo de Noriega Rubén Murgas.

Condenado y caído en desgracia, el funeral de Noriega estuvo muy lejos del fasto que se rinde a alguien que ostentó tanto poder.

«Noriega dejó hace tiempo de tener relevancia política en Panamá. Su derrocamiento y prisión durante largos años en Estados Unidos y luego brevemente en Francia mermaron la influencia que ejercía», dijo a la AFP Carlos Guevara Mann, director de la Maestría en Relaciones Internacionales por la Florida State University.

Para la mayoría de los panameños, «el deceso de Noriega no tiene ninguna significación«, dijo Guevara.

Pasar la página

Tras el anuncio de la muerte de Noriega, el país siguió su ritmo normal, sin protestas o convocatorias de ningún tipo, mientras que los medios de comunicación no le dedicaron grandes espacios informativos.

Noriega gobernó de facto desde 1983, dos años después de que su protector, el líder nacionalista Omar Torrijos -quien alcanzó el poder tras un golpe de Estado en 1968- muriera en un misterioso accidente aéreo.

Al mando del país, fue sumando denuncias por graves violaciones a los derechos humanos, fraudes electorales, asesinatos y desapariciones de opositores, lo que unido a una fuerte crisis económica produjo constantes protestas, duramente reprimidas.

«Noriega recuerda a la gente el período más difícil de esta generación, tanto para los que lo apoyaron como para sus detractores. Por eso, prevalece el deseo de la gente de pasar la página«, dijo a la AFP el profesor de Sociología de la Universidad de Panamá, Olmedo Beluche.

Para el catedrático de Derecho Constitucional, Miguel Antonio Bernal, los distintos gobiernos panameños no «han tenido la menor voluntad o el interés de que aquí en Panamá se sepa la verdad de lo que ocurrió» durante el régimen militar (1968-1989).

Lejos del pasado

Estados Unidos derrocó a Noriega en 1989, tras una cruenta invasión que dejó un número indeterminado de muertos.

Tras la invasión, Noriega fue condenado en Estados Unidos y Francia por narcotráfico y blanqueo de capitales. En 2011 París lo extraditó a Panamá para cumplir tres condenas de 20 años cada una por la desaparición y muerte de opositores.

«Muchos de los que lo apoyaban no se atreven a mostralo en público porque sienten que se despretigian y sus detractores sienten vergüenza por haber avalado la invasión», afirmó Beluche.

Quienes apoyaron a Noriega «y se beneficiaron de su régimen dictatorial, hace tiempo lo olvidaron y trataron de distanciarse de él», mientras que los que lo adversaron «dejaron de considerarlo una amenaza» y se dejaron llevar por un «discurso del perdón», dijo Guevara.

Mientras, en una céntrica calle de la capital panameña, Andrés Lee muestra en un pequeño puesto fotos y otros objetos relacionados a Noriega.

Lo hace para que «aquellas personas que lo admiran y lo quieren lo sigan admirando».

Pero Reynaldo Cáceres manifestó que a las nuevas generaciones «no nos interesa mucho» la muerte de Noriega «porque lo vemos ya como un suceso que ya pasó».




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