Una consulta muy frecuente de mis clientes y allegados del sector empresarial es acerca de cómo pueden calcular la estructura óptima de capital de sus organizaciones, tanto el monto como su composición. En especial ante la virtual ausencia de crédito. Así que aquí les va.

A menudo las empresas confrontan dificultades en determinar con precisión el monto de recursos permanentes que requieren, o como se le conoce en el argot financiero, la capitalización del negocio. Peor aún, la mayor dificultad estriba en determinar qué porción de dicha capitalización debe ser financiada por los acreedores por la vía de las deudas y qué porción debe ser aportada por los accionistas.

Se denominan “permanentes” aquellos recursos con los cuales la organización cuenta en el largo plazo. Para determinar cuál es el monto de tales recursos permanentes que la organización necesita hay que estimar primero su capital de trabajo operativo, los activos circulantes menos los pasivos circulantes, netos de excedentes de efectivo, y segundo los activos fijos y otros activos operativos.

Con esta estimación sabremos qué cantidad de fondos requiere la organización para mantener la fluidez financiera de sus operaciones y un adecuado nivel de liquidez y solvencia. Expresado de manera diferente, el pasivo de largo plazo y el patrimonio deben ser suficientes para financiar todos aquellos activos necesarios para las operaciones ordinarias del negocio.

En cuanto a la composición de tales recursos permanentes, no existe una cifra única para todos, pero si un rango apropiado para cada organización. Su determinación depende de ciertos factores claves en la estructura financiera de cada empresa; que detallamos a continuación.

Como primera consideración está el nivel de riesgo operativo, por la capacidad de servir las deudas. Las empresas con alto riesgo operativo son aquellas cuyos resultados dependen de variables fuera de su control, como por ejemplo las empresas cuyo precio de venta se fija en el mercado internacional. En este grupo están las petroleras, los productos químicos, entre muchas otras.

Estas pueden soportar niveles de apalancamiento mucho menores que otras cuyos resultados están en mayor grado bajo su control, como lo son por ejemplo las industrias de alto valor agregado, como las farmacéuticas. Estas fijan sus precios y controlan mejor su margen operativo.

Lo anterior es porque la capacidad de cobertura o pago de los intereses causados por las deudas proviene de la utilidad operacional del negocio. En este caso, a mayor riesgo operativo menor deuda debería formar parte de la capitalización de la empresa.

Luego tenemos que estimar la disponibilidad de beneficios fiscales distintos al provisto por las deudas. En la medida en la cual la organización pueda disfrutar de altos escudos fiscales por razón de la depreciación, inversiones en activos fijos, amortización o traspaso de pérdidas y similares, la ventaja fiscal por el endeudamiento disminuye.

En caso contrario, como es el caso de las empresas de servicios sin activos fijos que depreciar y sin créditos por inversión, la deuda aporta una ventaja adicional, lo cual favorece y justifica un mayor nivel de endeudamiento.

Por último tenemos que considerar los planes futuros de expansión. Aquellas empresas que planean inversiones para la expansión de sus operaciones a corto plazo y que para ello requieran de financiamiento externo, tanto bancario como del mercado de capitales, deberán mantener un menor nivel de endeudamiento que les permita acceso tales fuentes de recursos. De no ser así, el nivel de apalancamiento financiero podría ser muy elevado.

En resumen, la capitalización debe considerar los recursos permanentes requeridos para funcionar con holgura y la cantidad de deuda que forme parte de esa capitalización dependerá de la capacidad operativa para atender tales deudas sin incurrir en riesgos de incumplimiento; la posibilidad de aprovechar las ventajas fiscales y sus necesidades futuras de financiamiento.

guillermomendozad@gmdconsultor.com




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