La vida tiene múltiples dimensiones, a vivirla en su polifonía nos invita Pedro Trigo en La Enseñanza Social de la Iglesia, alternativa superadora de la situación. El trabajo del pensador jesuita ha sido publicado por el ITER y el Centro Gumilla, con él quiero empezar esta reflexión que comparto en estas fechas. Nos recuerda el llamado de Francisco a tener una mirada crítica de los mitos de la modernidad basados en la razón instrumental que apuntarían a un hombre unidimensional, así como a “recuperar los distintos niveles del equilibrio ecológico: el interno con uno mismo, el solidario con los demás, el natural con todos los seres vivos…” y uno esencial para nosotros los creyentes, “el espiritual con Dios”.

Con Lumen Fidei, su primera carta, al abordar la fe como luz, Francisco completa la trilogía de las virtudes teologales a las que su inmediato predecesor Benedicto XVI dedicó una a la esperanza SpeSalviy dos a la caridad, Deus caritas est y Caritas in Veritate, pero al centrarse en la enseñanza social, Trigo pone naturalmente el acento en dos encíclicas especialmente notables cuya palpitante actualidad tiene que ver con nuestra vida en relación con la naturaleza y con los demás, reclamos por cierto inseparables. Laudato Sí, nos trae ideas innovadoras y desafiantes como ecología integral, paradigma tecnocrático o pecado ecológico. Llamado a la fraternidad abierta FratelliTutti, es una insistencia en la dimensión universal del amor fraterno. Sobre uno de sus aspectos “la nueva política”, he conversado varias veces en artículos anteriores.

Prefiere el autor que comento enseñanza a doctrina, pues se trata de vivencia en cuanto comprensión de los acontecimientos desde adentro, en la participación. Y cita el reconocimiento de Francisco a que los compromisos grandes, importantes, no son solo con doctrinas (negritas mías) “sin una mística que nos anime”. Al compartir eso, sigoprefiriendo decir doctrina, como se ha dicho siempre, porque es más que mero dictado. Doctrina es enseñanza, paradigma, conjunto de ideas. Ese es el valor que quiero rescatar. La tradición doctrinal social cristiana, cuya partida pontificia es RerumNovarumde León XIII en 1891, va desarrollándose enriquecida por la asimilación de cada tiempo con sus demandas.

Cada hora tiene sus exigencias.Mi amigo peruano Lucho Solari ha escrito sobre la preparación que para ello sirvió la vida de cada Pontífice. El primer Papa latinoamericano, antes de serlo, pensó que toca a la Iglesia salir de sí misma e ir a las periferias existenciales “las del misterio del pecado, las del dolor, las de la injusticia, las de la ignorancia y prescindencia religiosa, las del pensamiento, las de toda miseria”.

Cristianos o no, creyentes o no, nunca está demás una reflexión sobre la vida en común, desde una perspectiva cuyo centro sea la dignidad de la persona.

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