(Foto AFP)

Los héroes asesinados por las balas sandinistas en Nicaragua, desde el pasado 18 de abril, revivieron hoy en las calles de Masaya durante una concentración en la que la población alzó su grito nuevamente en memoria de los caídos, cifrados en 285 por organizaciones de Derechos Humanos.

Restaurar y respaldar a las familias de las víctimas cobardemente asesinadas por el régimen del presidente Daniel Ortega y hacer una denuncia pública a nivel nacional e internacional de las violaciones de los derechos, fueron los objetivos del evento, señaló el líder popular masayo Yubranh Souza.

«Denunciamos el asedio constante que ha tenido el Gobierno de Ortega y las fuerzas del orteguismo en el municipio de Masaya», donde 35 personas fueron asesinadas desde que comenzaron las protestas contra la gestión del mandatario y su esposa, la vicepresidenta del país, Rosario Murillo.

La proclama de Souza suena como un eco constante en las calles del municipio, un pueblo que no se amilana, que clama justicia y libertad, que llora a sus muertos, pero que no se rinde, que está dispuesto a todo por dejar a los más jóvenes una herencia digna, una Nicaragua mejor, un país libre.

«Yo ya estoy vieja, que me maten», dijo a Efe Marta Uceda, madre y abuela que lucha por un futuro próspero para sus descendientes, y que está dispuesta a llegar a donde sea necesario para reclamar lo que considera le corresponde al pueblo, que no al Gobierno.

«Lo que quiere Daniel (Ortega) es dejar destruido Nicaragua (…) si lo tengo delante se lo digo, le digo que es un asesino. Él sacó a Somoza (expresidente) porque era un dictador y ahora el dictador es él», exclamó Marta con el dolor de madre y abuela que ve por los ojos de los suyos, que siente con los pies de sus sucesores.

Uceda, natural del barrio masayo de Monimbó, de tradición indígena, no oculta su zozobra, porque a cada rato se nos presentan los antimotines, en todo momento estamos alerta y no podemos dejar que se metan aquí, pero no está dispuesta a cejar en su empeño de defender lo que considera justo, lo que ve como un derecho.

Marta, a sus casi 70 años, seguirá luchando por una Nicaragua libre y contra el Gobierno asesino de Ortega, que se escuda tras las balas de armas de guerra, manejadas por la «fuerzas combinadas» gubernamentales, formadas por policías, parapolicías, paramilitares y antimotines.

Hace poco más de una semana, el pueblo de Masaya se replegaba en sus casas por el miedo a la represión y solo los jóvenes, quienes se jugaban la vida cada día en la calle con las barricadas de adoquines como único escudo, salían a pedir paz y justicia, pero ahora ya nadie calla, todo el mundo da la cara, sin miedo, sin temor.

La anciana recordó que, hace unos días, había menos movimiento, porque los policías andaban por las calles más céntricas del pueblo para atemorizar a los ciudadanos, que se replegaban en sus hogares, pero ahora los agentes policiales no se meten en Masaya.

«Los policías ya no se meten en medio de Masaya, pero están alrededor, lo tienen todo tomado con francotiradores, aquí nos están viendo perfectamente a todos nosotros», alertó la monimboseña.

Uceda reconoce que se vive «con esa tensión» a todas horas porque «en la noche ahí se ponen los francotiradores en el instituto, en todas partes. La Policía ocupa el parque, los mercados. Si uno sale, se topa con ellos como hormigas», pero, insistió, «perdimos el miedo».

Como la mayoría de nicaragüenses, Uceda no se resigna a tanta represión y pide tranquilidad, paz y justicia, reivindica recuperar su vida anterior, una vida sin violencia, sin sangre en las calles, sin asesinatos, sin secuestros, sin tortura.

Las protestas contra Ortega y Murillo comenzaron por unas fallidas reformas a la seguridad social y se convirtieron en un reclamo que pide la renuncia del mandatario, después de once años en el poder, con acusaciones de abuso y corrupción en su contra.




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