Continúa el estado de sitio en nuestro terruño. El régimen profundiza su arremetida brutal contra unos muchachos que protestan por una razón más que justificada, rechazan que les expropien el porvenir, se niegan a ser parte de la diáspora y exigen su derecho a vivir en democracia.

Sin embargo, y a pesar de lo que se comenta en el cotarro político regional, donde señalan que carecemos regionalmente de liderazgo, surgen críticas responsables más a la MUD en su conjunto que  a los partidos por sí solos. Así lo destacan esos ámbitos alternos que más temprano que tarde deberán renovar la función de organización, mediación y apoyo. En esa profusión de la política virtual vía Twitter, WhassApp o Facebook escuchamos – o leemos en las   argumentos iracundos que meten en un solo saco al multicolorido – o desteñido abanico- de los partidos que integran la MUD: ¿Por qué no han publicado aun el flyer, que vamos a hacer para allá…por que no es para el sur…? La culpa es de esos políticos que son blandengues, ambiciosos y solo esperan elecciones para enchufarse… Todo lo que habría que hacer es cambiarlos por unos políticos aguerridos, frontales, honestos y arrechos…»…

Pero si le aplicamos un poquito de lógica como eso tampoco les parece posible porque -dicen- «todos los políticos son iguales», entonces el problema no tiene solución.

Si tratamos de ver las dos caras de la moneda veremos que los partidos son organizaciones políticas que representan a la sociedad….

Si se agotó el modelo opositor, entonces hay que encontrar uno nuevo. ¿De dónde?… Pues de la gente…

Si bien sociedad civil y sociedad política quieren decir etimológicamente la misma cosa, el propósito de la sociedad civil no reside en conquistar el poder, sino influir en la actuación de los actores políticos, con la lógica pretensión de buscar un espacio para las asociaciones cívicas en el cual apoye contundentemente el esfuerzo que sin duda, vienen realizando muchos de nuestros comprometidos diputados.

En estos tiempos resulta imprescindible  que el estamento político logre cohesionar un discurso que llegue a las masas y estas lo hagan suyo, de otra manera no hay posibilidad de que las protestas aisladas (en nuestro caso, en el norte de la ciudad) logren su objetivo… Se requiere una vanguardia para que el común de la gente se movilice.
Se carece de una narración articulada, parece que las ideas –cuando aparecen- no importan, pues se desvanecen o cambian continuamente devaluándose. En definitiva, no encontraremos la conclusión de un problema formulada por un planteamiento y deducida de una demostración. Estamos, pues, ante una versión de la “economía de pensamiento” – como lo explicaba Walter Lippmann-  esto es: se repiten tópicos y estereotipos, se proyectan clichés y se corean consignas de marketing… “Y va a caer…Maduro renuncia…»

Así pues, se trata, de un tipo de construcción mental en que la sentencia precede al juicio; y la solución a la demostración.

Tampoco es que se hacen planteamientos de gran visión de Estado, sino lo que parece es que se estuviera ante una disputa por un asiento de concejal en Morón,  en un clima de extraviada democracia y no ante la crisis más grave de los últimos 100 años. Falta que nuestro liderazgo hable como si fuera Gobierno o con verdaderas ganas de serlo. Es decir, como quien se siente respaldado por el 85% de los ciudadanos y que nuestro  adversario nos superó porque hizo trampas. Consideramos que el factor de convencimiento sería la presencia de líderes a diferentes niveles, que tuvieran unidad de propósito y con un relato que llegue y sobre todo, que emocione – como lo viene  sugiriendo el amigo Nelson Acosta – y suficiente guáramo que inspirara e hiciera vibrar y creer al incrédulo  ciudadano  en la posibilidad real de alcanzar un mejor futuro.

Llevamos demasiado tiempo sin referentes políticos de alto nivel, en momentos donde se urge de personas con comprometido sentido de Estado y altura política. Vivimos tiempos de “enterteiment” como puesta en escena de la política, pues se privilegia  el espectáculo por encima de las ideas y propuestas, luego imagen resulta más importante que la sustancia y el carisma prevalece a la capacidad…Y mientras tanto, allí están los muchachos como aguerridas replicas de Gavroche Thénardier, poniendo su pecho y su coraje.

El momentum político señala que estos son tiempos propicios para encontrar la debida transformación de desesperanza en indignación…o  arrechera ciudadana. Esperar que el costo de la vida o que un evento imprevisto actúen de catalítico disparador es una opción, pero hay el peligro cierto de que el tiempo puede jugar a favor del régimen y éste termine de atornillarse en el coroto. Seguimos  siendo optimistas, pero sin duda no percibimos una salida fácil.

Ante a una arrechera que no se canaliza, que no es suficiente, y ante el susurro del aquiescente, tenemos una oposición aún desconectada de la sociedad y más conectada en una especie de circuito cerrado donde tan solo se escucha a sí misma. Entonces se hace menester evocar aquella sentencia de Albert Camus “La tiranía totalitaria no se edifica sobre las virtudes de los totalitarios, sino sobre las faltas de los demócratas”.

Son los precisos momentos de demostrar liderazgo y al mismo tiempo no ser indiferentes frente a los acontecimientos que día tras día nos postergan el porvenir y debilitan esta ineludible lucha por recuperar nuestro país.

 

 




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