“Elegir la política es el paso personal que cada cual debe dar, desde su aparente pequeñez que no renuncia a buscar compañeros, para obtener lo mejor de lo posible frente a las fatalidades supuestamente irremediables…». Fernando Savater
Es cierto que un gran número de ciudadanos, con sobradas y válidas razones, toma la acción de ingresar a esa lamentable diáspora; otros se hacen los desentendidos, unos cuantos son los aquiescentes, pero hay otros, no tantos pero si suficientes, que se niegan a tirar la toalla, que no permiten que el derrotismo les atrape, que no pierden las esperanzas, que se oponen y se opondrán rotundamente a que les confisquen el porvenir; que no le dan espacio al paralizante fatalismo; que elevan su voz con graves y sentidas denuncias, que gritan su iracundia en la tierra para que tal clamor llegue al cielo, y así esa voz, ese grito, se una a tantas voces llenas de indignación pero también cargadas de esperanza y de aliento.
Ahora son muchos los ciudadanos comprometidos en poner su mayor esfuerzo en participar en la movilización y la organización, en el activismo y cuanto sea necesario para consolidar esa fuerza impregnada de rebeldía, perseverancia y fe, que habrá de derrotar la vileza del sometimiento socio- económico, la dominación militar y la imposición ideológica, que con tanta determinación -o maldad- pretende atornillar este régimen. El momentum político señala que estos son tiempos propicios para encontrar la debida transformación de desesperanza en indignación ciudadana.
Nadie dice que sea fácil sobreponerse al desaliento, pero hay que intentarlo cada vez con mayor firmeza, coraje y obstinación, sin desmayar. Cada quien debe intentarlo a su manera, según sus posibilidades.
Se ha dicho que una crisis es ese momento en que pasado y futuro chocan en el presente. Allí está un país que piensa, que sueña, que busca un camino que andar, por ahora, un país inmerso en la incertidumbre.
La solución a esa ineludible pregunta – ¿salir de esto o salir de aquí? – se encuentra en aquellos «imprescindibles» de quienes nos hablara Bertolt Brecht… La solución somos nosotros mismos. Todos y cada uno.
Día tras día podemos comprobarlo, al encontrarnos con idealistas luchadores, con esos comprometidos ciudadanos, con esa gente simple pero perseverante, que piensa que actuar políticamente es importante.
Y se está logrando porque prevalece la confianza basada en la sinceridad, pilar fundamental donde se soporta la estructura que nos une en esta noble labor de rescatar nuestra democracia. Pues se entendió que las organizaciones que integran la Sociedad Civil y los Partidos Políticos están conformados por ciudadanos cuya única diferencia es la naturaleza jurídica.
Por allí están, unos activos en sus redes cibernéticas, otros, fortaleciendo ese indispensable tejido social, en las pequeñas asociaciones, en los gremios, soportando con temple y dignidad la brutalidad de un sistema totalitario; formando parte del Frente Amplio, o en la red de Ciudadanos, en las esquinas de nuestra ciudad, con sus consignas, coraje y pundonor; en las agrupaciones universitarias donde la militancia no es un empleo, así como en los carajeados sindicatos que han comprendido el nuevo rol que les depara el porvenir.
Allí están, con sus Iglesias, con su credo y su inalterable fe; con cifradas esperanzas, pero sobre todo, entendiendo a cabalidad que en la política no se debe fingir ignorar lo que se sabe y saber lo que se ignora; comprender lo que no se comprende y no oír lo que se oye; hablar lo innecesario y callar lo debido.