Una comisión del Servicio Autónomo de Contraloría Sanitaria (SACS), junto con el Cuerpo de Investigaciones Científicas Penales y Criminalísticas (Cicpc) se aproximó el pasado martes a una droguería ubicada en la calle Rondón, entre las avenidas Anzoátegui y Soublette. Las visitas son reiteradas y este miércoles regresaron.
Faltaban 45 minutos para las 12:00 p.m. cuando llegaron los funcionarios en sus vehículos y entraron por la puerta blanca. Dentro del local funciona un comedor social que es atendido por Angela Hernández, quien trabaja en el establecimiento desde hace cinco años. Ella vio como se llevaban detenidos a los hermanos, Diego y Francisco Hernández, dueños de la droguería. Ella aseguró que el Sebin estaba en el sitio, pero también se sabe que el SACS estuvo presente.
30 años lleva abierta Drodelca, nombre del local el cual aparece en letras negras en la fachada de ladrillos (En la foto aparece Drodelc porque le falta la «a»).
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A los trabajadores se les acusa de vender mercancía a los bachaqueros que operan en la Ciudad Hospitalaria Dr. Enrique Tejera y que fueron detenidos el pasado lunes, luego de una visita del Ministerio de Salud, expresó una trabajadora a la que un hombre le hizo señas de silencio.
Vecinos de la calle afirmaron que durante el día vieron tres gandolas y una ambulancia, que eran llenadas con cajas e insumos.
Entre lagrimas, Angela Flores revive su temor y repite. «Fue horrible, horrible. Nos hicieron a un lado y se llevaron a los dueños y su dinero, entre esos los dolares, unas computadoras y las cámaras de seguridad».
Los vecinos denunciaron que llegaron sin una orden del Ministerio Público y de igual modo se los llevaron. Al día siguiente regresaron. Los enviados del Ministerio de Salud salían a las 12:00 p.m. con sus chalecos azules y franelas rojas. La calle estaba nuevamente cerrada.
Los cuerpos de seguridad entraban y salían de la farmacia. No era la primera vez que un hecho así les ocurría. Meses atrás los habían allanado, pero no de una forma tan violenta, explicó Flores.
Flores, enrojecida por el llanto, no olvida los ojos llorosos de uno de los dueños ante la enorme perdida de mercancía que ella calificó como: «Un robo a mano armada».