MUV: Siete trabajadores de la salud fallecieron por COVID en los últimos 13 días
/ Foto referencial: Cortesía (Diario de Los Andes)

A los dos días hospitalizado este doctor, que goza del cariño de muchos boconeses, se complicó. Fue entonces cuando su esposa decidió internarse con él y compruobó que indudablemente el apoyo familiar es indispensable. “La noche para cualquier paciente es lo peor. Deprime, angustia y genera temor a morir”.

Pese a que la COVID-19 le generó miocarditis viral, edema pulmonar y una crisis hipertensiva severa, el tratamiento médico, la capacidad profesional del equipo médico, el apoyo familiar y principalmente la fe en Dios, hicieron que hoy día el doctor Antonio Montenegro sea un sobreviviente del coronavirus.

Tomamos conciencia del valor de vida

“Si hay un aprendizaje de la COVID-19 es el valor y el sentido que le estamos dando a la vida. También hemos aprendido a reencontrarnos con nosotros y los nuestros y hemos puesto al desnudo las emociones y la convivencia”, señaló la psicólogo clínico Marielisa Pacheco, quien cita para explicar el contexto pandemia, el enfoque humanista de la psicología desde la experiencia de Víktor Frankl, un psiquiatra que vivió en los campos de concentración del holocausto Nazi.

La psicólogo clínico, Marielisa Pacheco recomienda mantener reservas cognitivas

Él parte de que el hombre experimenta cuatro dimensiones: biológica, psicológica, social y espiritual. “La biológica habla de que el hombre está condicionado por la carga genética, la social por la cultura o la raza y eso hace proclive al humano a una condición. La psicológica, entre tanto, es la que nos hace vulnerable de generar ansiedad, depresión y deterioro cognitivo o al contrario, resiliencia ante cualquier situación”.

“La dimensión espiritual habla del sentido de trascendencia, que es la posibilidad infinita de ir más allá y descubrir el sentido de la existencia, que fue lo que aplicó el doctor Montenegro”, explicó Pacheco.

LA FRASE …Contar las horas del reloj como apego a la vida, hace que el cuerpo segregue endorfinas que alivian el dolor y dan sensación de bienestar

Doctora Marisol Ojeda: “El calor humano es indispensable en el proceso de recuperación”.

Hospitalización pública

A diferencia de Antonio Montenegro, la médico cardiólogo Marisol Ojeda experimentó lo que la mayoría vive en estos casos: una hospitalización pública, de la cual se especula que deprime y empeora al paciente, por tener más restricciones y menos insumos médicos a la mano. “Yo vivo con mis dos hermanos y ellos fueron los primeros que comenzaron a presentar síntomas asociados a la COVID-19, pasados los días, me dio fiebre y me bajó la saturación. Aunque no tenía dificultad para respirar, en la prueba de hisopado nasal resulté positiva al coronavirus”.

“Pese al tratamiento médico y cuidados en el hogar me deshidraté mucho y mis colegas decidieron hospitalizarme. Ese día, recuerdo, internamente le dije a Dios: Señor te pido fortaleza para aceptar todo lo que los especialistas me digan. En este proceso no quiero ser médico”.

El 6 de junio ingresó al Hospital Rafael Rangel y descubrió un calor humano increíble, que en el área de COVID del Centro Médico, de acuerdo a su experiencia, no se percibe. “El cariño y las atenciones amorosas son indispensables para la recuperación de cualquier paciente. No entiendo por qué hablan mal del hospital, aunque estaba sola y tuve que comprar la mayoría del tratamiento, el servicio fue de primera. Me sentí siempre bien atendida”.

Ojeda hizo una moniliasis en la boca (infección ocasionada por el hongo Cándida), un hematoma de pared abdominal, una gastritis severa y tuvo oxígeno permanente por 10 días consecutivos.

Lo más traumático que vivió fue conocer la muerte de cinco pacientes con COVID-19, así como hacer una fijación de mirada en una ventana ubicada al lado derecho de su habitación. «Lo más significativo de estar en el Hospital fue escuchar diariamente entre las 5 y las 6 p.m., a un grupo de señoras que desde afuera del área COVID colocan canciones y oran por la salud de los enfermos».

Lourance Hodefi y su esposa Verónica Labrador son sobrevivientes del coronavirus y ahora forman un grupo de benefactores en apoyo a los pacientes que padecen este virus.

El común denominador

Lourance Hodefi es un comerciante de 46 años de edad, también sobreviviente del COVID-19. Su temor más grande fue contagiar a su familia. Su recuperación fue lenta. Estuvo con oxígeno y tratamiento en casa, pero luego se vio en la necesidad de estar hospitalizado durante 13 días. La atención del hospital de Boconó es buena, pero casi no hay personal, por lo que no se cumple el tratamiento a la hora. Solo había dos enfermeras para 17 personas. Los médicos han sido pacientes de cama y aún siguen comprometidos sin temor a nada atendiendo a la comunidad en su proceso de sanación y eso se agradece”, relató Lourance, en exclusiva para Diario de Los Andes.

Verónica Labrador, psicóloga y esposa de Hodafi, también paciente recuperada de COVID-19, considera que el diagnóstico oportuno es fundamental en la recuperación, además del apoyo familiar, el cuidado preventivo, una buena alimentación, consumo de vitaminas, el sentido de humor, la solidaridad del prójimo, el ánimo y la fe.

Otros relatos que prefirieron mantenerse en anonimato coinciden con Labrador. Hacen énfasis, sin embargo, en que personas de bajos recursos, sin ayudas económicas del exterior o que no recurran a medios de comunicación, difícilmente podrán costear el tratamiento para superar este virus que ha cobrado la vida de más de tres mil 700 venezolanos, según cifras oficiales, con un registro de más de 305 mil recuperados, sin conocer cuántos de ellos quedaron con secuelas irreversibles.

La psicólogo clínico, Marielisa Pacheco, recomienda a personas que no han padecido de coronavirus y las que ya lo han superado, mantener reservas cognitivas favoreciendo la neuro-protección con hábitos de vida saludable como:

  1. Alimentación con omega 3, verduras, legumbres y frutos secos.
  2. Hacer ejercicios al menos 20 minutos diarios.
  3. Mejorar hábitos del sueño. Descansar 7 u 8 horas.
  4. Fomentar la interacción social.
  5. Practicar el hábito de la lectura.
  6. Cultivar el aprendizaje de las artes.
  7. Practicar juegos didácticos.



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