El acuerdo para traer las vacunas contra el coronavirus ha sido saludado dentro y fuera del país por muchos actores relevantes. Es natural que haya sido así. No obstante, siempre será bueno recalcar que este gesto, en manera alguna exculpa al régimen de Maduro del manejo irresponsable de la crisis originada por la pandemia y mucho menos del desastres asistencial del país que ha cobrado muchos más vidas que el COVID-19. Sin embargo, no agüemos la fiesta, saludemos también el acuerdo.

Lo que nos interesa en esta nota es preguntarnos si este acuerdo pueda ser extrapolado a otras esferas de la vida nacional y particularmente a la política. Para responder esta interrogante, habría que hacer previamente otra ¿Tiene Maduro incentivos para negociar otras cosas? La respuesta de este escribidor es que si tiene.

¿Cuáles serían entonces? Pues nos aventuramos a señalar los que siguen:
1. Maduro no tiene seguridad de que en algún momento no le estalle en la cara un conflicto social de gran envergadura. La burbuja de la dolarización forzada y obligada por la propia gente y su viraje sobre el tema del control de precios, ha llenado los anaqueles de productos ciertamente. Pero también es verdad que, cada vez, menos gente puede comprarlos. Paradójicamente los venezolanos que siempre han vivido de un pequeño negocio, los mecánicos, los plomeros, los jardineros, algunas profesiones liberales como médicos u odontólogos que han dolarizado sus servicios, están capeando la situación con menos dramatismo. No obstante, los empleados públicos, los profesores universitarios y quienes viven de un salario fijo, han conocido el horror de la depauperizacion. Estas capas medias informadas, activas, son un foco permanente de inconformidad que en cualquier momento puede hacer masa crítica. Maduro nunca tuvo miedo de las marchas de Altamira a Miraflores, porque supo que en Chacaíto las paraba con cuatro ballenas de la Guardia Nacional. Parar una turba enardecida que baje de los cerros cercanos, es otra cosa. Su “vanguardia” esta armada y son bandas salvajes, dispuestas a todo.

2. Maduro sabe igualmente que sus mecanismos de control social están mellados. Quitarle una caja CLAP, un bono, un salario, ya no intimida a nadie. Ya esa forma de presión la perdió.

3. Maduro sabe que el apresto operacional de sus fuerzas represivas está en niveles peligrosísimos. Las tropas y las policías están sufriendo en primera línea la crisis social, incluyendo la del Covid19.

4. Maduro no tiene confianza en su entorno. Las sanciones le están impidiendo satisfacer todas las apetencias. Su gobierno es en realidad un sindicato de intereses de gente con mucho poder.

5. Las sanciones y las recompensas por las cabezas de personeros del régimen, serian siempre una espada de Damocles pendiendo sobre ellos.

6. La mayoría de los miembros de la “nomenclatura” oficial están deseosos de obtener garantías, impunidades y vías de escape si están son necesaria. Hay muchos nietos con ganas de conocer Disney y muchos abuelos quieren campanear un buen escoces en Miami Beach.

7. Maduro, que ha logrado mantener el campo opositor dividido, no ha logrado sin embargo subir en el apoyo popular y tampoco ha logrado hacer que la presión internacional sobre el decrezca y que el apoyo de los principales factores democráticos del mundo a Guaido desaparezca.

Si estas premisas son ciertas, que creemos que lo son, pueden estar reuniéndose las condiciones para que la comunidad internacional (incluyendo aliados de Maduro) pueden logar el milagro de que una negociación que lleve a unas elecciones libres, justas y verificables, tenga lugar en el mediano plazo.

Esta negociación deberían superar el formato de Oslo y Barbados, es decir, una parte de buena fe, mediando entre dos factores que no se creen lo que hablan, por una formato de países interesados en la solución de la crisis geopolítica que es Venezuela y que sean GARANTES de eventuales acuerdos.

Desde ese punto de vista y para que el catarro de esa gripe no nos agarre sin pañuelo, lo que los demócratas venezolanos deberían estar debatiendo, en lugar de candidaturas, cuotas y liderazgos, es cuales serían nuestra condiciones aceptables para ser puestas sobre la mesa. Ponerle nombre y apellido a cada una de ellas y presionar para que se instale esa mesa de negociación.

Esa sería la vacuna contra la crisis que tanto estamos esperando.




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