Hay seres aparentemente comunes que se crecen cuando las circunstancias lo exigen. Hay personajes que parecen extraordinarios y se disminuyen cuando llegan las chiquitas. Y hay cualquier combinación y gradación de ambos casos. Hay quienes dicen que el primer deber de un líder revolucionario es mantenerse con vida, porque las masas no sabrían qué hacer sin los dirigentes y serían derrotadas por el enemigo: el mito del hombre providencial que muchos han usado para salvar el pellejo cuando las cosas se ponen feas. Contrario al principio de la conservación del líder es la tradición de los capitanes de barco, quienes son los últimos en abandonar la nave y los primeros dispuestos a hundirse con ella si es necesario. A esta última tradición parece responderVolodímirZelensky, el presidente de Ucrania, con su comentada frase deI needammunition, not a ride(necesito municiones, no un aventón) como respuesta a la oferta de los EEUU de evacuarlo de su patio y llevarlo a un sitio seguro.

El desempeño de Zelensky durante la invasión rusa ha sido sorprendente, por decir lo menos. Quizás su experiencia como actor, comediante y productor de televisión le haya potenciado un natural instinto para comunicar un arriesgado pero convincente optimismo y convencer-a su propia gente y al resto del mundo- que la resistencia será hasta el final y que las fuerzas ucranianas, los voluntarios y la legión internacional sean capaces de detener a los rusos, o cuando menos hacerle pagar un precio muy alto por una eventual victoria. También ha dejado claro que cualquier fuerza de ocupación la tendrá muy difícil ante las dificultades que deberá enfrentar: una población unificada, decidida a conservar su tierra y a no dejarse mandar por los que vienen del oriente; a quienes, por cierto, conocen bastante bien desde los tiempos de la URSS.

Es complicado estimar cuánto de la respuesta ucraniana ha sido por iniciativa propia de la gente –y su aversión al absolutismo ruso- y cuánto ha sido por la inspiración transmitida por los mensajes y el modelaje de su líder. Lo que no se puede poner en duda es que Zelensky ha servido de guía, referencia y elemento unificador para un país que respondió a su llamado. Una gente que se decidió por el ¡no pasarán¡ que tanto se ha repetido en el mundo, desde la batalla de Verdún en la I guerra mundial hasta el sitio de Madrid durante la guerra civil española. Los invasores han sentido el efecto y han podido comprobar en el terreno que el 90% de aprobación popular que tiene el presidente es de verdad. Que su postura ante la agresión se ha multiplicado en los ciudadanos y que la guerra, de insistir Putin en ella, va para largo y no tendrá un final feliz para Rusia, gane o pierda.

Al final, el cuento es que no es común encontrarse con un liderazgo del tamaño del que ha mostrado Zelensky. Un cisne negro. Un novato en política de 44 años que está arriesgando su vida para predicar con el ejemplo y que dice las cosas que son, cuando son y desde donde las tiene que decir. Y lo hace con naturalidad, vestido de fatiga, sin poses, con convicción y poniendo los pies y las manos donde pone el discurso. Los que pretendan ejercer como líderes –políticos, empresariales, sociales o de cualquier tipo- harán bien en seguirle los actos, los discursos y la pista al presidente de Ucrania para aprender de un señor que merece todo el respeto, tanto de sus partidarios como de sus rivales.




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