Sara Pacheco
En Venezuela, las visitas son sagradas. Es decir, terceros que llegan a los hogares, pueden ser familiares, amigos o vecinos, son recibidos con las puertas abiertas. Aun con la escasez, se ofrece lo que se pueda a los visitantes, costumbres que trascienden generaciones. Sin embargo en la urbanización La Isabelica, parroquia Rafael Urdaneta, hay un visitante que no es bien visto, ni bien recibido, de hecho luchan para que no regrese: las cloacas.
Durante años, los residentes han aguantado esta visita. En diferentes sectores, dentro de las casas, en los estacionamientos, cerca de los negocios más concurridos, el problema siempre regresa. Esta vez le tocó a la avenida II Este Oeste, diagonal a la Clínica La Isabelica.
Hace algunas semanas los residentes quemaron cauchos, para llamar la atención de las autoridades. No funcionó. Se mantiene el agua corriendo libremente, llega sin ser invitada a los negocios y viviendas cercanas. Vinieron a repararlo, no duró ni una semana y de nuevo está igual, afirmó Josman González. Una boca de visita sin tapa se mantiene en medio de la vía, rodeada de ramas y cauchos como señalización a los conductores. Josman refirió que un carro cayó dentro, lo que ocasionó que uno de los cauchos explotara.
Diana Gómez, trabaja en un negocio frente al sitio. Lamentó que nadie le preste atención a la situación, pues argumentó “no es la primera vez que pasa”. El fuerte hedor es lo que más le preocupa, especialmente porque el periférico está cerca, sumado a la basura, generan un escenario dantesco. “Hubo un momento que por aquí se trabajaba con tapa boca. No queremos volver a eso”.
La historia sin fin
Cerca de las piscinas está otro foco repetitivo. En este espacio se encontraban cuadrillas de Hidrocentro trabajando. El supervisor de mantenimiento, Miguel Castillo, refirió que realizarían una reparación que podría beneficiar hasta la zona anteriormente referida.
Héctor Pérez, trabajador cercano, espera que se cumpla, pues desde hace dos meses la situación ha empeorado. “Tengo que alejarme del negocio, colocarme en un rincón y allí no me pega tanto el olor, de lo contrario no podría trabajar”. Muchos habitantes mantienen la esperanza de no volver a recibir este visitante cerca de sus hogares.