A los dos años, la consolidación de su naciente 'yo' hace que pasen por esta etapa de obstinación y negatividad. Mientras dura, requiere padres repletos de humor, comprensión y mucha mano izquierda

Los dos años es una edad intensa llena de cambios, en la que los niños dan pasos de gigante en la conquista de su independencia.

Te damos claves que te ayudarán a acompañar a tu hijo frente a sus miedos, el orinal, las rabietas, el paso de la cuna a la cama, aprender a vestirse solitos… Los niños de dos años hacen muchos progresos en su desarrollo y sufren muchos cambios: aprenden a controlar esfínteres, pasan una etapa de testarudez, empiezan a ir a la guardería…

Descubre los cambios que vive el pequeño, ármate de paciencia y prepárate para acompañar a tu hijo en esta etapa.

La edad de la independencia. ¿Qué podemos hacer los padres?

Y es que a los dos años los niños nos declaran la independencia diciendo: ‘¡ Yo solito!’. Nos hacen la guerra con unas rabietas enormes que hacen temblar toda la casa, y lanzan los habituales ‘No quiero’, ‘¡No!’, ‘¡Que noooo!’ en los momentos más inoportunos.

Pero no hay que asustarse. La consolidación de su naciente ‘yo’ hace que pasen por esta etapa de obstinación y negatividad. Mientras dura, requiere de unos padres repletos de humor, comprensión y mucha mano izquierda. Para sobrellevarlo debes:

  • Ser flexible y persuasivo.
  • Establecer rutinas.
  • Recordar que ellos son los niños, nosotros los adultos.
  • No temer afrontar alguna que otra rabieta.

Orinal

En esta etapa también se enfrentan al terrible control de esfínteres. Empiezan a ir solos al baño y es una misión muy complicada para ellos. Sin embargo, se lanzan a lograrlo con verdadero ahínco.

El control de la caca suele lograrse entre los dos y los dos años y medio y el control diurno del pis entre los dos y medio y los tres. El pis nocturno puede seguir escapándose hasta después del tercer (y hasta del cuarto) cumpleaños. Estos datos son aproximados y cada niño tiene sus peculiaridades.

  • Cada niño tiene su propio ritmo y hay que respetarlo.
  • Es una conquista frágil y cualquier cambio (vacaciones, nacimiento de un hermano) puede hacer que el niño retroceda.
  • Tenemos que ser flexibles y no alarmarnos ni recriminarle. Hay que mostrarse cariñosos y darle tiempo al tiempo.
  • La impaciencia y la tensión retrasan o complican el proceso. No debemos olvidar que es un proceso que no puede forzarse y sobre el que no podemos decidir nosotros solos.
  • Hay que hablar con el niño para ver cuándo está dispuesto a dar el paso y hacerle protagonista de sus progresos para que se sienta orgulloso de ellos.
  • El buen talante de los padres y la paciencia son la mejor política.

Rabietas

  • Son propias de esta edad y sería preocupante que faltasen del todo. El mejor modo de afrontarlas es asumir que son normales en los niños de dos años.
  • La mayor parte de las veces no requieren que hagamos nada especial, simplemente guardar la calma y esperar a que pasen. Si el pequeño intenta conseguir algo que tenemos claro que no debemos concederle, lo mejor es no ceder, aunque ocurra en un lugar público y la gente lo vea.
  • Cuando haya pasado, no tenemos que ser rencorosos y hay que tratar al niño con cariño y normalidad.

Miedos

  • Es normal sentir miedo en los primeros años. Algunos de ellos, como el miedo al tráfico o al fuego, son necesarios. Otros, más fantásticos, son propios de la edad: el miedo exagerado a los animales, a la oscuridad, a los ruidos o a los Reyes Magos.
  • Aunque nosotros los veamos injustificados, no hay que obligar al niño a enfrentarse a ellos porque entonces puede aumentar su miedo y su sensación de fracaso. Hay que aceptar el hecho y, sin exigencias, tratar de ayudarle a superarlo.
  • Tenemos que elogiar y premiar sus esfuerzos y sus progresos por pequeños que sean. Aunque no es bueno forzar las cosas, hay que saber ser pacientes y aceptar como normales muchos miedos infantiles que, con el tiempo, se van por donde han venido.
  • Nunca hay que utilizar los temores de nuestro hijo para controlar su conducta. Amenazar con el coco, la bruja o las inyecciones puede dar lugar a terrores más intensos y duraderos de lo que eran en un principio.

De la cuna a la cama

  • A los que dormían en cuna les toca dar el salto a una cama ‘de verdad’. Conviene planteárselo como una consecuencia de ser mayor, como un avance.
  • No hay que enfocarlo como una pérdida, sino como una celebración. Si el niño nos acompaña a comprar el colchón y nos ayuda a elegir los colores de la sábana y la colcha, se sentirá más implicado en cambio. Cuando el motivo de la mudanza sea la llegada de un bebé, haremos el tránsito con suficiente antelación para que ambas cosas no coincidan
  • Tampoco conviene que nos acostemos a su lado, porque después puede exigírnoslo.
  • Debemos mantener los mismos rituales y rutinas a la hora de acostarle

Rituales de sueño

El momento de irse a la cama es ahora muy especial. Los niños se hacen los remolones y procuran retrasar todo lo que pueden el quedarse solos en su cuarto.

A veces necesitan de todo un ritual para dormir: ponerles el pijama, colocar los juguetes, colocarles una canción o leerles un cuento. La sensación de orden y repetición les tranquiliza y les da seguridad.

Normalmente, a partir de los tres años, los rituales irán desapareciendo. Siempre que no les hayamos hablado del coco, la bruja o similares, porque se tomarán el asunto al pie de la letra y ya no habrá forma de convencerles de que era una broma.

Higiene

  • Ya puede aprender hábitos de aseo. Es capaz de lavarse y secarse las manos o de limpiarse los dientes.
  • Nuestra ayuda es fundamental. Debemos decirle que debe lavarse las manos varias veces al día: tras ir al váter, antes de comer, al volver al parque, después de jugar con la mascota… Al recordárselo y practicar con él, llegará a incorporarlo a su rutina diaria de forma natural.
  • Los jabones y toallas de colores y formas divertidas pueden ser de gran ayuda, así como una cancioncilla improvisada que entonemos mientras se esté aseando.
  • Todavía no conviene que se bañe él solo, pero puede ir enjabonándose, aclarándose y secándose con nuestra ayuda. Hay que hacer de la hora del baño un momento agradable, propicio a las risas, los juegos y los mimos.

Aprender a vestirse solos

  • Ya puede (y quiere) vestirse solo.
  • Los velcros, las cremalleras fáciles y los botones grandes le facilitarán el trabajo.
  • Cuando intente ponerse los pantalones, un jersey o algo tan complicado como un calcetín, debemos ayudarle.
  • Aún no distingue el calzado derecho e izquierdo ni se ata los cordones, pero sí puede quitarse la ropa. ¡Y hasta ordernarla o llevarla al cubo de la colada!
  • Eso sí, tendrá que hacerlo bajo nuestra supervisión. (Fuente: http://www.serpadres.es)



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