Un día cualquiera, de los más recientes, al poco tiempo de haber amanecido, se activaron las alarmas de los vecinos de Palma Real. Un personaje que dijo llamarse Carlos Torres se presentó como flamante y nuevo dueño de los terrenos que desde hace 12 años atrás ocupa la comunidad deportiva de Palma Real, en el municipio Naguanagua, a un lado de la autopista del este, adyacente a Daka. Los habitantes de la zona se declararon en emergencia colectiva o alerta roja, en defensa de esas áreas recreativas.
El hombre informó a los promotores y directivos del Club Deportivo Palma Real, que atiende diariamente a más de 150 niños de todas la edades, sin mostrar documento alguno, que le había comprado a la Alcaldía de Naguanagua las dos parcelas contiguas, que están en pleno desarrollo deportivo y recreacional, con inversión social directa y esfuerzos de la propia comunidad, en donde él se disponía a ejecutar un proyecto a su libre albedrío y para su provecho personal.
Los terrenos que ocupa la comunidad deportiva organizada de Palma Real están definidos como zona recreativa y deportiva desde que formaban parte ejidal del municipio Valencia, y ya bajo administración de la Alcaldía de Naguanagua, con data del 2008, las áreas quedaron asentada para uso y disfrute de un academia de béisbol menor, bajo el cuido y ejecución de un grupo de habitantes del lugar, con la figura de club deportivo, que se ha encargado, formalmente, de velar por el mantenimiento, embellecimiento y vigilancia del sector.
Al prenderse las alarmas de los vecinos, la decisión comunal es que esos terrenos no tendrán otro uso que no sea el deportivo y recreacional, y que, en tales circunstancias, no van a permitir la presencia de ningún extraño, ya que los terrenos serán defendidos con sudor y sangre, al costo que sea, para completar el proyecto original, ya en ejecución por la propia comunidad, como se aprecia en instalaciones en plena construcción, con aportes privados, que se han logrado acumular, poco a poco, sorteando toda clase de dificultades, desde el año 2011.
Existe sospecha de que algún negocio de ganancias pingües ande en gestación, dada la ubicación y el tipo “lomito” de los terrenos, de apetecible interés mercantil, pero “tendrán que pasar por encima de nuestros cadáveres”, precisaron Néstor Gallardo B., Álvaro Vitta, Alberto Robles y el ingeniero Julio Sánchez, vecinos y promotores deportivos que llevan allí más de una década, a pulso diario y esfuerzos propios, haciendo de “tripas corazones”, para conseguir que el proyecto comunal, más temprano que tarde, culmine en realidad tangible y se consoliden los beneficios deseados para los niños y jóvenes residentes desde El Trigal hasta el Rincón, en Naguanagua.