En la cotidianidad observamos algunas escenas que deben llamarnos a la reflexión. Mucho referimos al respeto que merecen nuestros semejantes, pero el mundo, tal como lo veía Mafalda, perece que está al revés y, son frecuentes los hechos en lo que se atropella al otro de diferentes formas. Esta realidad nos obliga a replantear el trabajo que se hace en casa y en las escuelas, pues obviamente algo está pasando. Ya lo advertía Kant al señalar la necesidad de inculcar desde temprana edad el respeto y la consideración del derecho de los demás.

Del latín “respectus”, que significa atención o consideración, el respeto es indispensable para la sana convivencia y las relaciones interpersonales. Tiene que ver con reconocer la dignidad de los seres humanos y de nosotros mismos, comprender a los otros por muy diferentes que puedan ser sus pensamientos y estilos de vida.Estas consideraciones son importantes si queremos vivir en un mundo pacífico en donde priven las relaciones recíprocas. Lo lamentable del asunto, es que a veces son nuestros propios dirigentes políticos, los que fomentan el irrespeto y no reconocimiento del otro.

Ocurre mucho en nuestro propio país. Es frecuente observar en cadenas de radio y televisión, señalamientos estigmatizantes hacia quienes no apoyan la revolución que mantiene a Venezuela en ruinas o, hacia quienes han decidido emigrar. Este tipo de mensajes tienen aceptación en determinados grupos y fomentan la agresión y el prejuicio, es decir, el irrespeto.

A menor escala también ocurren hechos que llaman la atención: niños y adolescentes gritando a sus padres, estudiantes objetando altaneramente a sus profesores (hasta en los doctorados), vecinos que casi se matan por cualquier pendejada, colegas exponiendo públicamente diferencias con pares sin previamente sostener un diálogo civilizado. Y el asunto va más allá. Recientemente observaba ataques inclementes de estudiantes universitarios a su institución formadora, por no poder inscribir materias y todo tenía que ver con que no cumplen las respectivas prelaciones. O sea, un irrespeto a ellos mismos no conocer el pensum que cursan.

También alarma la indiferencia con que los más jóvenes acostumbran tratar a los más viejitos. Y si son de los que andan pidiendo en la calle. ¡ni se diga! Igualmente preocupa el gentío que alquila inmuebles y ahora pretende cogérselos porque algunos políticos han hecho exhortos populistas al respecto. En fin, el irrespeto parece que gana terreno en un país golpeado sin contemplación por la dirigencia política (la roja y la opositora), que no para de burlarse e irrespetar al pueblo.

Kant dijo que a las personas se les debe respeto por el simple hecho de ser personas. El filósofo alemán destacó que el respeto es un fin moral que se logra a través del imperativo categórico, es decir, una especie de mandamiento que debería convertirse en ley universal, donde la búsqueda de una voluntad buena esté basada en el respeto por los seres humanos, que promueva la dignidad como fundamento de lo moral.

En este sentido, la dirección apunta nuevamente a la educación formal y familiar, como esos espacios en donde se debe hacer hincapié en que el mundo es diverso, plural y, por ende, debemos respetar a los otros si pretendemos que se nos respete a nosotros. Lamentablemente a veces miramos el mundo desde los lentes del fanatismo político, la religión y otros dogmas que en nada favorecen la sana convivencia. Definitivamente, la ciudad, el país y el mundo deben revisarse.




Estimado lector: El Diario El Carabobeño es defensor de los valores democráticos y de la comunicación libre y plural, por lo que los invitamos a emitir sus comentarios con respeto. No está permitida la publicación de mensajes violentos, ofensivos, difamatorios o que infrinjan lo estipulado en el artículo 27 de la Ley de Responsabilidad en Radio, TV y Medios Electrónicos. Nos reservamos el derecho a eliminar los mensajes que incumplan esta normativa y serán suprimidos del portal los contenidos que violen la Constitución y las leyes.