Dayrí Blanco|@DayriBlanco07

La leucemia no espera. Pero la crisis del país ha obligado a establecer lapsos. Más de un mes contó Mónica Peñaloza para hacerle las pruebas de laboratorio que requiere su hija de siete años. Logró la cita en el laboratorio de hematología especial de la Ciudad Hospitalaria Enrique Tejera (CHET) para el martes 10 de mayo. Llegó puntual, antes de las 6:30 a.m. Más de 40 pacientes hicieron lo mismo. No fue suficiente. A las 8:00 a.m. un familiar se atrevió a preguntarle a una trabajadora del lugar a qué hora serían atendidos. La respuesta fue que las puertas del centro diagnóstico no se abrirían a partir de ese día tras el agotamiento del inventario de insumos de seguridad para el personal.Todos los que estaban citados, la mayoría con sus tapabocas puestos, se fueron. Pensando la manera de ahorrar para hacerse el estudio en una institución privada.

Sin guantes, batas estériles y cloro para desinfectar el área de manipulación de las muestras es imposible prestar el servicio. Pero el problema no solo se presenta en ese laboratorio. Otros seis de los nueve que funcionan en la CHET se paralizaron. Virología, bacteriología, maternidad, toxicología rutina y nefrología suspendieron también sus actividades.

Solo se mantienen operativos los laboratorios de emergencia de adultos y pediátrica donde se reciben únicamente muestras para análisis básicos de las emergencias que ingresen al hospital, indicó Rosmirly Gómez, bioanalista del lugar.

Al salir del área de hematología especial, Mónica se encontró de frente con que la realidad no era exclusiva de su hija y pacientes con la misma enfermedad. En la parada de transporte público se consiguió con una señora que llevaba envueltos en un trapo tres tubos de ensayo con tapas de diferentes colores. Su esposo había sido operado y necesitaba mandar a hacer los exámenes en algún centro privado. “Los hospitalizados tampoco son atendidos”, denunció Gómez.

La mamá de la niña con leucemia logró escuchar, ya en el autobús, el relato de un joven. “Fui a donar sangre y me dieron este suero para que pagara en una clínica los estudios que deben hacerme antes porque no hay reactivos”.

En total se dejarán de atender en cada uno de los siete laboratorios paralizados 50 pacientes citados y 100 hospitalizados. Y lo poco que se puede hacer corresponde a pruebas rutinarias, porque no hay reactivos para las especiales. En la CHET se reciben al día 300 emergencias de adultos y 100 pediátricas en promedio que son las que podrán contar con el servicio de laboratorio.

Cierre técnico en Prince Lara

En noviembre todo comenzó a apagarse. Los equipos para el procesamiento de muestras de sangre se dañaron en el hospital Adolfo Prince Lara de Puerto Cabello y los repuestos necesarios no han llegado. Timauris Villalba, bioanalista del lugar, calificó la situación como un cierre técnico. “Se cerraron consultas, hospitalización y emergencias”.

Actualmente solo hay disponible las pruebas de orina, heces y la prueba serológica VDRL. Las estadísticas de ese centro daban cuenta de 31 mil exámenes procesados mensualmente, ahora solo se hacen 500.

Santamarías abajo

César Sánchez no lleva un registro exacto. Los números son variables, pero está seguro que al menos un colega llega a su oficina a la semana expresándole que debe cerrar su laboratorio. “Después de estudiar cinco años para ejercer su profesión y prestar un servicio deben cerrar simplemente porque no consigue materiales, ni repuestos o porque las fallas de agua y luz les impide seguir en la actividad”, alertó el presidente del Colegio de Bioanalistas de Carabobo.

La realidad es dura. Los 180 laboratorios privados que existen en el estado trabajan a menos de 50% de sus capacidades. “No hay ninguno que tenga 100% de las pruebas”. Esto ha provocado que los familiares de pacientes que están en centros públicos tengan que pasearse por cinco o siete privados para tratar de completar la serie de análisis que deben hacerse, sin la garantía de conseguirlos todos “hay bacteriológicos y de cultivos que están desaparecidos”.

Sánchez señaló que al sector le faltan insumos básicos como inyectadoras y tubos de ensayo pese a que desde que comenzó el 2016 se consigue más pero a precios “prohibitivos”. 1566% incrementaron los costos. “Una inyectadora pasó de cinco a 80 bolívares y un tubo de seis a 100”.

Cero importaciones

En noviembre de 2015 llegó el último cargamento producto de la importación que empresas lograron hacer tras la liquidación de divisas desde el Gobierno. Pero se trató de una mercancía que no logró cubrir el 30% de las necesidades de todos los laboratorios del país, según detalló una fuente del sector.

El año pasado solo se hicieron dos compras en el exterior. Tradicionalmente para mantener los inventarios de insumos abastecidos se hacían tres importaciones al mes. Durante lo que va de 2016 el sector se ha logrado mantener con algunas adquisiciones que se han hecho a través de dólares a tasa Simadi.

Las empresas importadoras tienen más de mil días con deudas acumuladas con los proveedores internacionales. “Lo que se compró durante tres años a 6,3 bolívares por dólar debe ser reconocido a 10 bolívares, y ese diferencial no lo asume la empresa extranjera, sino las nacionales y el paciente termina siendo el perjudicado”, aseguró la fuente.

Sueldo de hambre

11 mil 348 bolívares. Eso es lo que cobran como salario básicos los bionalistas adscritos a Insalud, al Ministerio de Salud y el Instituto Venezolano de Seguro Social (IVSS). Sánchez calificó el sueldo como “de hambre” y exigió que se dignifique económicamente la profesión.

Zulay Vegas, bioanalista del Hospital Universitario Ángel Larralde (HUAL), denunció que en ese centro no se cumple el beneficio de las dos semanas de descanso trimestrales que deben tener para descontaminarse, pese a las cartas que han sido entregadas a la directiva del hospital.




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