“…El 10 de enero de 2019 Maduro deja de ser presidente y lo es el presidente de la AN, que será electo por los diputados cinco días antes, al comenzar el período de sesiones. Lo demás son cuentos de camino (o de la Constituyente). Veamos qué opina la fuerza bruta de aquí a allá…”. Gustavo Linares Benzo

Y llegó 2019. Y con él, la lógica angustia y la incertidumbre ante el 10 de enero. El célebre ¿Qué hacer? de Lenin –reeditado en un emotivo discurso del Padre Ugalde- es la pregunta que está en el tapete noticioso nacional, pues ahora no se trata de temblores o sismos, se trata de ver que puede hacerse para contrarrestar esa perversa maldad telúrica cuyo epicentro se encuentra en Miraflores.

En el Congreso Venezuela Libre, el Frente Amplio presentó, como resultado de más de veinte encuentros regionales, un manifiesto por el cambio político en el país, que contempla propuestas para salir de la crisis. En él se señala que el 10 de enero es una fecha que representa «un hito histórico en esta etapa oscura de la vida nacional….Por ello, nos organizamos desde ahora en instancias tácticas, estratégicas y logísticas para darle cauce al creciente malestar social del pueblo venezolano (…) a través de la protesta pacífica de calle que aumente la presión sobre la dictadura y haga cesar la usurpación de Maduro”…

Sostenía Ortega y Gasset que el origen de la palabra sociedad viene de «socius», que significa, por supuesto, socio. Pero agregaba algo que pocas personas parecen saber: «socius», a su vez, proviene de «sequor», que significa «secuaz» en el sentido de «el que sigue», por lo cual, concluía, no hay sociedad sin conductores y seguidores.

Al no haber quien lleve hacia adelante, tampoco hay quien realmente siga, pues no hay quien conduzca y, no habiendo quien conduzca, mucho menos puede haber alguien quien se haga responsable por las decisiones que, de una manera u otra, es necesario tomar.

Hemos encontrado en un artículo de José Ignacio Hernández, una síntesis del significado de la fecha en cuestión que nos ocupa, y que ilustra sensatamente el asunto: … “Lo que corresponde efectuar a la Asamblea Nacional –junto a las demás instituciones legítimas en Venezuela, y en general, a la sociedad civil– es diseñar la estrategia que, enmarcada en el artículo 333, adopte las medidas excepcionales que permitan restaurar progresivamente la vigencia de la Constitución, para poder ejecutar en la práctica la designación del presidente encargado conforme al artículo 233. Con lo cual, debe tenerse muy presente que la fecha del 10 de enero de 2019 en sí misma, no puede producir cambio alguno en Venezuela, pues nuestra crisis no es de aquellas que se solucionan con actos jurídicos. Sin embargo, en el marco del artículo 333, esa fecha sí puede ser relevante para solucionar efectivamente los problemas derivados de la ausencia de un presidente electo que pueda no solo ejercer funciones de gobierno en Venezuela, sino además, representarla legítimamente en el exterior.”

Todos sabemos lo delicado de la situación, de los riesgos que representa enfrentar a un régimen tiránico que está dispuesto a cualquier atrocidad con tal de permanecer en el poder, sin embargo el momentum político señala que estos son tiempos propicios para encontrar la debida transformación de desesperanza en indignación ciudadana. Esperar que la híper inflación o que un evento imprevisto actúen de catalítico disparador es una opción, pero hay el peligro cierto de que el tiempo pueda jugar a favor del régimen y éste termine de atornillarse en el poder.

Lo hemos anotado en repetidas ocasiones – palabras más palabras menos- ante una indignación que no se canaliza, que no es suficiente, y ante el susurro del aquiescente, tenemos una oposición aún desconectada de la sociedad y más conectada en una especie de circuito cerrado donde parece escucharse a sí misma.

Son los precisos momentos de demostrar liderazgo y al mismo tiempo no ser indiferentes frente a los acontecimientos que día tras día nos postergan el porvenir y debilitan esta ineludible lucha por recuperar nuestro país.

Pero también, son los momentos que nos obligan a reiterar, a repetir lo que hemos dicho hasta la saciedad, tal vez como un retornelo cansón: sin coherencia – aunque a algunos les incomode que lo recordemos – sin compromiso, sin organización, sin un movimiento, frente, bloque, capaz de amalgamar, aglutinar y coordinar la indignación, el malestar, el rechazo, o la arrechera en una serie de acciones pacíficas pero contundentes – y eso es posible – acá el régimen seguirá “ganando elecciones», apresando ciudadanos, sacrificando a nuestros muchachos y todos continuaremos hundiéndonos en este espantoso marasmo.




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