La Real Academia Española define la palabra “fofo” como venezolanismo que significa “Esponjoso, blando y de poca consistencia”. Pero para un venezolano esa definición no es suficiente: si le pregunta a alguno qué es una cosa fofa, le responderá haciendo un movimiento con los dedos, como de juntar sus yemas, pero sin llegar a hacerlo, poniendo a la vez una cara de desagrado. Y usted entenderá perfectamente cuándo una cosa es “fofa”. De todas maneras, es una palabra de significado difícil de definir hasta por la RAE.

Lo mismo pasa con la palabra “piche”, que aparece exactamente así:

Ven. Dicho de un alimento: Fermentado o revenido.
Ven. Dicho de una cosa: Que tiene poco valor o que ha visto reducido su valor o su importancia.

O sea, lo contrario a “maduro”. Es que podríamos decir que ya Maduro está “piche”, y eso lo sabe todo el mundo. La “revolución bonita” se ha convertido en una rebatiña de los bienes de la nación, y el gobierno está vergonzosamente quebrado. Quebrado económicamente, pero también en el aspecto social. La gente está harta, y por eso urge una renovación de gobierno. Eso también lo sabe todo el mundo.

Para deshacernos del presidente piche viene formándose, desde que la mayoría de los venezolanos cometió la estupidez de votar por Chávez, un movimiento de oposición, como es natural en todo país de tradición democrática, sobre todo cuando este sistema peligra. Pero este movimiento de oposición no logra aglutinarse alrededor de una candidatura capaz de reunir todo el descontento y canalizarlo  hacia el triunfo, y la proliferación de candidatos continúa, en un pugilato sin sentido para el venezolano de a pie, a quien lo único que le preocupa es qué va a comer esta noche.

Ya es historia que pudimos haber recuperado la democracia si Capriles no hubiera “arrugado” cuando la Tibisay (QEPD) cumplió la orden de robarle el triunfo, y Capriles y el resto de los figurones de la oposición han venido dando tumbos desatinadamente, hasta defenestrando a Guaidó como presidente interino. La oposición se ha convertido en una cosa “fofa” incapaz de sacar al país de la lamentable situación donde se encuentra, y lo único que se le ocurre a sus líderes es lanzarse como candidatos a reemplazantes de Maduro, sabiendo que éste no va a entregar de ninguna manera, echando mano a
todas las trampas y manipulaciones para evitar una derrota electoral, que significaría la confiscación de todo lo robado desde el tristemente célebre Plan Bolívar 2000 para acá. Hasta podrían Cabello y Padrino darle una patada a la mesa, defenestrando al “piche”, o sea, al pelele favorito de Díaz Canel.

Hay demasiados candidatos presidenciales y a esa ensalada le falta un condimento importante: el propósito. Porque no basta querer ser candidato (o soñar serlo) para sacar a Maduro y su tren de Miraflores, sin explicar qué viene después, y eso es lo que los venezolanos quisieran saber, además de qué van a comer esta noche. Hasta Manuel Rosales ha dicho que “cada noche piensa en ser candidato presidencial”, y nos preguntamos si “lo piensa”, tal cual sus palabras, o “lo sueña”.

Parece ser María Corina Machado quien sobresale de todo ese montón de candidatos fofos y sin sustancia, demostrando con su posición firme y valiente, que no le teme al régimen ni a sus agresiones, y asomando planes y estrategias en una valiente e incansable campaña. Como tampoco le teme a las descalificaciones por “derechista” o “goda”, términos que demuestran lo arcaico del pensamiento oposicionista, o por mujer.




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