Finalmente, hubo elecciones regionales en Venezuela. Me resisto a decir que se celebraron elecciones, porque celebrar tiene una connotación festiva y alegre que no se compagina con unos comicios que comenzaron torcidos y terminaron con una victoria del chavismo que solo se explica por la concentración de poder del régimen –CNE incluido- y por unos números que no terminan de hacer sentido.

Ya es sabido que este proceso electoral fue convocado de manera ilegítima. Nada que agregar en ese campo. Pero el juego no termina hasta que se termina, y las irregularidades no se quedaron en la designación de autoridades y el llamado a votar el 21 de noviembre. El informe preliminar de la Misión de Observación Electoral de la Unión Europea(MOE-UE) reportó irregularidades como“el uso de recursos públicos para la campaña, inhabilitaciones arbitrarias de candidatos y puntos de control partidista en centros de votación”. Asimismo, expresó que “se ha podido constatar la falta de independencia judicial, la no adherencia al estado de derecho y que algunas leyes afectaron la igualdad de condiciones, el equilibrio y la transparencia de las elecciones”. También se mencionó la «entrega [por parte del gobierno] de bienes como paquetes de alimentos, bombonas de gas o bombas de agua, lo que afectó la igualdad de condiciones». La ira oficial contra la jefa de la Misión, la eurodiputada portuguesa Isabel Santos, fue notoria y grosera, pero nada fuera de lo común en estas tierras.

No obstante las denuncias, que no sorprenden porque el ventajismo oficial está a la vista de todos y ha sido abierto y notorio desde que el chavismo manda, la Sra. Santos, reconoció “mejores condiciones” en comparación con elecciones anteriores. Y aquí empieza uno a preocuparse por la poca precisión del lenguaje, porque lo primero que hay que preguntares el significado de la palabra “mejor”. El que las elecciones del pasado 21N hayan sido mejores que las presidenciales de 2018 o las regionales de 2017 o las legislativas de 2020 no quiere decir mucho. El que haya un CNE formado por un 3 a 2 chavista en lugar de un 5 a 0 es una mejora pero de ninguna manera garantiza que los comicios hayan sido libres, transparentes y justos. Es mejor una fractura doble del fémur que una triple pero ninguna es deseable, ni hay garantías de que el paciente se recupere del todo.

En esta entrega preliminar de la MOE hay asuntos de fondo que invalidarían cualquier proceso electoral por irregularidades como el ventajismo y la falta de transparencia, pero el juicio se queda corto cuando no afirma –ni niega- que los resultados pudieron ser distintos (¿mucho?; ¿poco?) si el régimen hubiese respetado desde la A a la Z las reglas del juego democrático. Quizás el informe definitivo contenga sentencias más rotundas, pero hasta ahora lo que queda es el sabor de que se hizo trampa pero hasta ahí. Los observadores no se meten en el laberinto de si las elecciones pueden declararse válidas o no.

Finalmente están los números. Nadie dice si la cantidad de votantes y de sufragios están bien contados y son confiables, aunque haya razones para albergar dudas y muchas preguntas. El Psuv ganó 19 de las 23 gobernaciones disputadas –el 83%, asumiendo que Barinas se quede en la MUD – y 205 de las 335 alcaldías – el 61% -; por su parte, la MUD terminó con 4 gobernaciones y 59 alcaldías, mientras que 37 municipios se fueron a la oposición “oficial” y 21 a otros partidos y alianzas. En votos totales y en números gruesos, el Psuv obtuvo el 45% y las oposiciones un 52%.

Un breve vistazo a las cifrases suficiente para poner la atención sobre el hecho de que el régimen, con un nivel de aprobación que no llega al 15%, haya sacado el 45% de los votos. Y que con ese 45% haya ganado el 83% de las gobernaciones. Algo no cuadra. Por muy atomizada que haya estado la oposición, resulta que los votos chavistas se enfocaron como rayos láser a ganar gobernaciones, sin desperdicios ni dispersiones, mientras que a los opositores se los llevó el viento. Tampoco se vio en las calles ni en las mesas la participación –según el CNE- del 42% de los votantes: 8 millones de personas que no hicieron bulto.

En resumen, las regionales terminaron y el chavismo sigue mandando. Con más gobernadores que antes y menos alcaldes. Y con unos números de votos y votantes que cuesta creerse.




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