«Quienes han provocado dramas por falta de lucidez dicen que no fue ésa su voluntad, pero la falta de lucidez es un crimen cuando se tiene una responsabilidad.» Albert Jacquard

Lo hemos mencionado en otras ocasiones: Vivir un compromiso es entregar nuestro existir por lo que creemos, es vivir para dejar lo mejor de nosotros mismos, por mantener nuestras convicciones. Luego, la dignidad debería ser la razón misma de una ciudadanía comprometida con su porvenir. Los riesgos del pensamiento, si los hay, no pueden ser compensados con cortapisas al pensamiento libertario. Terminaremos por hacernos insensibles si el temor de ciertos pensamientos desarma moralmente nuestro empuje ciudadano.

Dudas, confusión, desconfianza, distanciamiento y fracturas no deben ser los factores que se impongan por la sempiterna manipulación política. No podemos permitir que todo acabe en indiferencia, resignación y silencio. ¿Acaso lo más lógico será el dejar pasar la oportunidad que se nos presenta?

La palabra lucidez tiene el significado de «claridad y rapidez mental» y nos llega del latín lucidus , «cualidad de claro». La lucidez puede en algún momento intimidarnos, y hasta preocuparnos, pero no debemos temerle. La lucidez compromete, pero compromete con la verdad. La lucidez asusta porque puede ser perturbadora. Sólo un pensamiento es peligroso: el inconcluso, ese que se queda a medio camino en su recorrido. La lucidez exige sensibilidad clara, disponibilidad mental, estado de alerta del intelecto. Implica ir al encuentro de los problemas y afrontarlos con determinación. Nos lleva a la claridad de análisis, a la integración de perspectivas, y tomar conciencia de los pasos que deberían conducir a la acción, nos lleva a la lucidez.

Lo que hemos transitado como sociedad es un desorden social – o anomia – edificado en parte sobre la ignorancia, el temor, el prejuicio y las incoherencias. Sin embargo, de un tiempo para acá, se puede a apreciar un resurgir de la lucidez que cobra ante los discursos abstencionistas o distractores, una fuerza cada vez mayor, pues en el diario cotarro político el escenario de la Primaria es lo primero que aparece, se discute y permanece.

Muchas veces se utiliza el término resiliente de manera equivocada, desviando la importancia o necesidad de la resistencia ante cualquier circunstancia compleja que se presenta como la respuesta preferible; cuando la realidad, por dura que sea, nos señala que no hay que aguantar todo, ni aguantarlo siempre, ni en lo personal ni en lo político. Apostemos a favor de la lucidez ante lo que nos presenten como inevitable. Porque tal vez lo inevitable solo lo sea en apariencia… o por absurda complacencia.

Todos estamos llamados a contribuir con la regeneración moral de lo poco que nos queda de nuestra democracia, sin temer a la verdad, promoviendo con honradez los valores que se encuentran en la política, sin trampas ni espejismos de inmediatez, o postergando realidades, y, sobre todo, sin ambigüedades ni servidumbres sospechosas.

Cuando somos incapaces de comprometernos, somos incapaces para elegir, por miedo, por comodidad, por escasa lucidez, por falta de formación e información; por esa absurda alquimia que suelen llamar «química política», cuya fórmula, la más de las veces, suele desbalancear o fracturar ese complejo andamiaje que nos permitir avanzar con firmeza en el rescate de nuestro país. Así lo expresaba el sociólogo francés Raymond Aron: “Conocer el pasado es una forma de liberarse de él porque sólo la verdad permite asentir o repudiar con total lucidez”

Manuel Barreto Hernaiz




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