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María Machado pide que la ayuden a conseguir el pago del pasaje o alguna forma de traslado hasta Maracaibo. (Foto: Kevin Arteaga González)

Para María Machado viajar a Valencia representaba una gran ilusión. No solo porque visitaría a su hermano, sino porque finalmente podría operarse para recuperar su visión. El lunes 9 de marzo llegó a la capital de Carabobo desde Maracaibo, donde está su hogar, luego de un trayecto de unas 12 horas por tierra.

“Vine para operarme de la vista porque casi no veo”, dijo. Primero intentó en los hospitales del Zulia, pero no lo logró debido a que le daban fechas muy lejanas. Ella requería urgencia. En Valencia, su cuñada adelantó las diligencias necesarias y logró conseguirle un cupo para que le hicieran la intervención quirúrgica “de forma inmediata”. Entonces decidió viajar.

Más de cuatro meses han pasado desde que María llegó a Carabobo y ahora se siente devastada. Su operación fue postergada debido a la contingencia por la pandemia de COVID-19 y no ha podido regresarse a Maracaibo ante la prohibición de viajes de un estado a otro, vigente desde el 13 de marzo y recientemente extendida hasta el 12 de agosto por decreto del régimen de Nicolás Maduro.

Desde que supo que su operación ya no sería posible ha intentado, sin éxito, devolverse a su ciudad de origen. No ha sido un proceso sencillo. Primero tuvo que sacar un salvoconducto y luego hacerse la prueba de diagnóstico rápida (PDR) para descartar que estuviese contagiada con COVID-19. A pesar de haber superado esas barreras, hay una más grande que se lo impide: no tiene los recursos económicos para pagar el transporte.

El Big Low Center, principal terminal terrestre de Valencia desde donde salían viajes hacia otras ciudades de Venezuela, permanece cerrado por decreto de la alcaldía como medida preventiva para evitar la propagación del virus. Sin embargo, a las afueras no faltan opciones particulares para quien quiera viajar. El único requisito es tener el presupuesto suficiente para pagar un pasaje con sobreprecio. Hasta Maracaibo cobran, en promedio, unos 100 dólares.

Otra opción que ha consultado María es la de viajar de polizón en un camión de carga de alimentos o productos priorizados, pero los chóferes le piden 40 dólares como “colaboración” para poder llevarla hasta la capital zuliana. Es una cantidad que ella simplemente no posee y que ni siquiera su hermano se la puede dar, ya que se quedó sin trabajo.

Estoy desesperada. Yo quiero estar allá con mi hija que está a punto de dar a luz. Necesito que me ayuden con algo de pasaje o que me lleven a Maracaibo”, suplicó María entre lágrimas. “Económicamente no tengo cómo trasladarme por el terminal. Pido una colaboración para poderme ir o aunque sea que me puedan llevar de aquí hasta allá”.

La mujer, de unos 60 años de edad, aseguró que en reiteradas ocasiones ha ido a la gobernación de Carabobo, donde ha sido recibida por funcionarios, pero la respuesta siempre es la misma: “en estos momentos no hay viajes para Maracaibo”. Las semanas pasan y su desesperación por volver a su pueblo solo aumenta.

“Vine solo por dos días”

Luizabeth Pérez es venezolana. Se fue a Colombia hace tres años, como muchos de sus compatriotas, en busca de un futuro mejor. Con mucho esfuerzo logró establecerse junto a su mamá y sus hermanos. Incluso consiguió un trabajo estable en el área estética de cejas y pestañas. Para ella, el vecino país es también su hogar.

Después de un agotador viaje por carretera desde Colombia, el viernes 13 de marzo regresó a Valencia con el único objetivo de buscar a su hijo pequeño. Su plan era regresarse el domingo 15, a las 8:00 p.m., tal como lo indicaban los boletos que ya había adquirido. Pero no pudo. El mismo día que llegó, Maduro anunció las restricciones de movilidad.

Trajo solo dos mudas de ropa: un par franelas, dos pantalones, ropa interior y lo que cargaba puesto cuando se vino. Aunque todavía tenía algunas prendas en su antigua casa, casi ninguna le queda porque ha subido de peso, explicó. “Yo solo venía por dos días, no estaba preparada para quedarme y mira todo el tiempo que tengo aquí”.

La espera ha sido larga luego de cuatro meses y las posibilidades de regresar a Colombia parecieran cada vez más lejanas ante el incremento de los casos positivos de COVID-19 en Venezuela y ahora también en Carabobo, donde ya hay más de 200 contagiados. A esto se le suma la radicalización de las restricciones de tránsito y la burocracia a la que se tiene que enfrentar para acceder a un salvoconducto.

“Me han dicho me que vaya en gandolas, pero como tengo que ir con el niño, me da miedo. Además, la vía que hay que tomar es muy peligrosa”, aseveró. “Estoy esperando que abran (los terminales) y en lo que me digan que puedo viajar, te garantizo que me voy, porque yo ya tengo mi vida hecha allá: mi trabajo, mi mamá, mis hermanos. Necesito irme”.

Entretanto, Luizabeth comenzó a trabajar durante los fines de semana en su casa de Valencia, colocando pestañas postizas y arreglando cejas para producir algo de dinero mientras permanece en el país. Pero no deja de contar los días para regresarse al que considera su nuevo hogar.

En declaraciones al medio colombiano El Tiempo, el director de Migración Colombia, Juan Francisco Espinosa, afirmó que según estimaciones, 80% de los venezolanos que se han devuelto a su país de origen regresará a Colombia después de la pandemia. “Hay estudios que señalan que cada personas que regrese al país traerá a tres más. Pero nosotros nos inclinamos en creer que regresarán con un solo acompañante, lo que nos genera un nuevo fenómeno migratorio para el cual ya nos venimos preparando”.

Desde el inicio de la pandemia han salido un poco más de 80 mil venezolanos de territorio colombiano, lo que representa un 4,3% del total que había para el inicio de la contingencia por la COVID-19, expuso Espinosa. Según el último reporte de Migración Colombia, en ese país quedan más de un millón 788 mil 380 ciudadanos procedentes de Venezuela, de los cuales un poco más de un millón están en condición de irregulares.

Varado en el paraíso

A diferencia de María y Luizabeth, Edgar Rojas quiere regresar a Valencia. Se fue a Margarita el 12 de febrero con la idea de quedarse por un poco más de 30 días en la casa de una amiga, en Juan Griego. Pero luego de más de cinco meses, no se ha podido regresar. Desde la primera semana del decreto de estado de alarma, en marzo, el Instituto Nacional de Aeronáutica Civil (INAC) mantiene suspendidos los vuelos comerciales.

Recientemente, el INAC extendió hasta el 12 de agosto la prohibición de vuelos dentro del país. “De los pasajes aéreos no se sabe nada en lo absoluto, y eso que yo tengo el mío comprado por Turpial imagínate ya desde hace cuánto tiempo”, apuntó Edgar, quien afortunadamente ha logrado mantenerse gracias a las remesas que le envían sus familiares desde los Estados Unidos.

“Aquí (en Margarita) todas las cosas son mucho más caras que allá (en Valencia)”, agregó. “Luego, por supuesto, me hacen falta muchas cosas, principalmente mi familia, mis amigos y mi pueblo que es Valencia, aunque me encanta Margarita porque hace muchos años yo viví aquí. Pero es realmente fuerte”.

Regresarse por ferry no es una opción para él. Lo había considerado, pero su negativa ya es rotunda, luego de haber evaluado todo lo que tiene en contra: los barcos salen solo una vez a la semana, se necesita de un permiso de la Zona Operativa de Defensa Integral (ZODI), la PDR de descarte y todo eso solo para llegar hasta Puerto La Cruz, desde donde tendría que tomar un taxi que solo hasta Caracas le cobraría no menos de 80 dólares.

Son cientos los venezolanos que están como María, Luizabeth y Edgar. Algunos a la espera para regresarse a otro estado dentro del país, otros para salir de Venezuela y unos tantos todavía varados en países lejanos, con deseos de volver a sus hogares cuando cese la pandemia.

 




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