Del buen líder podemos decir muchas cosas, mayormente favorables. Podemos asegurar que, en el momento crucial, cuando se hayan completado el trabajo y las acciones del líder, y estén cumplidos los compromisos, sus seguidores -agradecidos- dirán: Nosotros lo hicimos, lo logramos. Nosotros, juntos, hemos cumplido. Una vez más veremos cómo, al comprender la esencia de los detalles, y de lo pequeño, se engrandece la figura del líder.

Por esto, “el mayor peligro para un líder, señaló Emile Chartier, es que tenga una idea, y que sea ésta la única que tenga”, porque veríamos un liderazgo pendiente del “equilibrio” pasajero; de improvisación y riesgo. Liderazgo eficiente no es correr más deprisa que los demás, aun en los deportes. ¡Estrategia e inteligencia triunfan sobre la fuerza bruta! Como orientador y guía, el líder debe señalar el camino, y lo escoge entre varios, ya transitados en sueños, con visión de futuro. En este sentido, el líder, como escribió Antonio Machado, poeta emérito, también “hace camino al andar”.

Esta adaptabilidad a los cambios situacionales, y la generación constante de ideas, dejan ver dónde está presente un líder. Vivir en el presente histórico, estar en el momento social y político preciso, son otras características del liderazgo eficiente. El líder se maneja bien en las dificultades, opera con naturalidad en las cosas grandes, porque las presenta como si fuesen pequeñas. El líder organiza y da sentido a lo que es caótico y desordenado. Siempre se busca un liderazgo “ideal”, como centro importante de cualquier escenario o circunstancia social. La condición de liderazgo ideal no es generalizable. Lao-Tse, filósofo chino, enunció: “Quien conoce lo externo es un erudito. Quien se conoce a sí mismo es un sabio. Quien conquista a los demás es poderoso. Quien se conquista a sí mismo es un invencible”. Para Lao-Tse, el liderazgo es la combinación de esos elementos, y su recurso mayor como líder es la armonía.

Para hacer, hay que ser; en esto descansa la maestría del liderazgo: Una combinación del taoísmo, entre pragmatismo occidental y el virtuosismo oriental, nos aclara el modelo del liderazgo que podríamos “armar”. De las tradiciones taoístas viene la devoción del hombre maduro por su presencia social, mediante sus virtudes. Son virtudes muy bien precisadas: Coraje, Generosidad y Credibilidad. Virtudes de la ética taoísta. El líder virtuoso propicia el bien a los demás, espontáneamente, con sentimiento genuino, sin buscar la aprobación de otras personas. “El líder debe actuar, sin actuación”; debe manifestarse activo, pero sin teatralidad”, sin participar en un súper show orquestado, y mucho menos, preparado para la manipulación de personas. Se define la trascendencia del liderazgo, al decir que “para hacer liderazgo, primeramente tenemos que ser líderes”. Y ahondamos en la combinación pragmático-virtuosa, cuando planteamos que “desarrollarnos como líderes es aprender a ser personas, porque ser líder es ser persona”…




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