(Foto Leonardo Ortega)

Un hombre sale del Banco de Venezuela en la avenida Valencia. Son las 9:44 a.m. Se detiene a pocos pasos de la puerta y empieza a contar un paquete de billetes verdes. Los de 50 bolívares son los de mayor denominación que le acaba de dar la banca pública. Sigue caminando y se va. Es uno de los pocos con la suerte de conseguir dinero en efectivo en la ciudad.

«Me dieron puros billetes de cinco y 10 bolívares»

En la avenida, cerca de la cola que superaba las 30 personas, se escuchan los gritos del colector de un autobús. “No acepto billetes de 100”. El vendedor de café en la acera del frente del banco tiene la mano izquierda full de billetes color naranja: los de cinco bolívares. Frente a él, la gente esperaba para poder ingresar a la entidad financiera y retirar su dinero, retenido por la reconversión monetaria.

Rosario Solano estaba sentada en un banco de cemento al lado de la salida del banco. Llegó casi cuatro horas antes, a las 6:00 a.m. Logró retirar de su cuenta 10 mil bolívares, pero tiene que guardarlos en bolsas negras que sostiene en su regazo. “Me dieron puros billetes de cinco y 10 bolívares. Es demasiado. Es un peligro cargar esta cantidad de dinero, sobre todo para uno que anda en camioneta”.

La mujer conoce a personas que se quedaron con billetes de 100 bolívares. Las colas en los bancos de Valencia eran interminables. No pudieron canjearlos. “¿Cómo hace esa gente ahora con el dinero, y que tienen que ir a Caracas, pero si no tienen el ‘sencillo’ para pagar el autobús? ¿Se pierde ese dinero? ¡esa es la pregunta que yo me hago!”. Para Solano la medida de salida de circulación del billete de 100 bolívares es controversial y poco pensada. “La gente no tuvo tiempo de nada. Cuando Maduro anunció la medida tuve que comprar cosas que no necesitaba para no perder los billetes porque no puedo ir a Caracas”. Su casa se llenó de pan y verduras. “Pero tampoco compré mucho, en la calle no pasaban los puntos”.

Solano tiene la esperanza que los billetes de 500 bolívares aparezcan pronto en Carabobo. Pero este viernes los cajeros se comportaban al igual que en la semana: solo daban billetes de 100 bolívares. “¿Y entonces cómo hace uno?”.

Fernando Cabrices tiene 10 años como vendedor de helados desde que dejó el boxeo. Todavía tiene la esperanza de poder cambiar los billetes marrones de 100 bolívares. “Necesitamos que esto se solucione rápido. La gente se está muriendo de hambre porque no hay qué comprar”. Llamó a los ministros, a quienes —dice— “mueven eso”, para que saquen el billete de 500 bolívares rápido. “Antes uno vendía hasta 100 helados, hoy no he vendido ni 10”.

Valencia estaba sola. La avenida bolívar, que tiene al menos seis entidades bancarias, no tenía la afluencia vehicular característica de un viernes. En entidades de El Trigal y el municipio San Diego las colas de personas intentando depositar o sacar dinero disminuyeron considerablemente en comparación con el inicio de semana. Los centros comerciales, específicamente las ferias de comida, fueron poco concurridas.
Los puntos de venta en centros comerciales continúan presentando fallas. La encargada de un negocio de comida dijo que al menos siete operaciones se cayeron en el transcurso de la mañana, originando pérdidas. En empresas los empleados se preguntaban unos a otros quiénes tenían carro para pedir “la cola” porque no tenían para pagar el pasaje.

A Lessy Tablante la noticia se la dieron de golpe. “No hay dinero hasta el martes, que lleguen los camiones”, replicó a las afueras del Banco de Venezuela. “¿O sea, que sábado y domingo uno no come?”. Quedarse en su casa es la única alternativa que ve posible. No se explica cómo el Gobierno hizo esto en plena Navidad. “¿A cambio de qué? ¿No nos iban a dar billetes nuevos para esta quincena? Yo solo he visto ese billete en fotos”.

La mujer, indignada, muestra su cartera. “Para que veas que no te estoy diciendo mentiras”. Allí solo tenía 10 bolívares. Los puntos de venta han tenido un desempeño patético. Ella no comprará pantalones, estrenos y menos regalos. Se concentrará en comida para pasar los últimos días del año.

Cipriano Castro confía en que los cambios son necesarios. “Esto es producto del sistema capitalista, controlado por el Banco Mundial”. Llama a sus conciudadanos a mantener la fe y esperanza. El Gobierno, asegura, tiene que hacerlo. Luego de la entrevista, y mientras un amigo le cuida el carro que acaba de aparcar, el hombre camina hasta el cajero. Hace un intento y se va con las manos vacías. “El sistema me ha pegado, porque no he tenido cómo comprar y moverme. Seguimos en la lucha ¿Qué vamos a hacer?”.

 




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