“La ignorancia es siempre corregible pero, ¿qué pasaría con nosotros si llegáramos a aceptar que la ignorancia es conocimiento?”

Neil Postman.

Nueve eran las musas, que junto con Apolo crearon las bellas artes y las ciencias, de ellas Clío representaba a la historia, cantaba los hechos del pasado, los desarrollaba en un pergamino bajo el inclemente paso de Cronos, el tiempo, así pues la historia debe ser respetada y abordada con criterios de sabiduría filosófica, que le impriman contenido a los hechos enteramente humanos, es pues la historia un acto cultural embridado con el hombre e inexorablemente atado a la esencia humana, pero la historia es también susceptible a ser abordada por la mentira, dándole paso a la posverdad, permitiéndole a quienes dirigen el poder envilecerla, hacerla espuria y trocarla en mentira oficial a los fines de justificar cualquier tropelía, ejemplos de esto se observan en sociedades secuestradas como la norcoreana, en donde la dinastía Kim es literalmente dueña de toda una nación, y cuenta además con una aviesa narrativa.

Quiero aclarar que los venezolanos estamos frente al desarrollo de la tesis de Neil Postman, “Divertirse hasta morir” es decir, el triunfo del espectáculo sobre la racionalidad, ya no fue suficiente que la ratio técnica vaciare a la ratio moral y ética, socavando los cimientos del conocimiento con sentido y propósito, esta hegemonía instalada en el poder persigue, y bajo el naufragio del sistema educativo está logrando reescribir una nueva historia, implantando la estabilidad de un relato normalizador de este desastre multifactorial en todos los actos de la vida cotidiana, que además consiga hipnotizar colectivamente a la sociedad, endosarle a la fuerza un velo tangible de ignorancia que la vuelva catatónica frente a los atropellos cotidianos, esta empresa por mutilarnos colectivamente de gnosis, de lenguaje y de espiritualidad pasa por el tamiz de establecer una nueva historia y de valerse de los mecanismos de comunicación de los medios ya casi inexistentes en el país, para hacer del espectáculo una política complementaria a la mentira institucionalizada, para fomentar una lengua para el régimen, una advertencia que nos hiciere Victor Klemperer refiriéndose al lenguaje del III Reich.

De modo y manera que el discurso “navideño”, de Nicolás Maduro incorporaba elementos de los locus  propios de la comunicación de masas, usando el lenguaje estricto de las ciencias de la comunicación y empleando el tecnicismo anglicano de Mass Media, transmitir un único mensaje de manera simultánea para un perfil de audiencia heterogéneo y anónimo, en este aspecto de la heterogeneidad y el anonimato, quiero indicar una nueva característica de esta nueva etapa del chavomadurismo, su incuestionable condición de aporafobica postura, es decir desprecio a los pobres, sobre todo en un país cuyo techo de pobreza ya no puede ser superado, un país en extrema miseria con 76,6% de su población en famélica batalla contra el hambre y la peste, sin sistema de salud, sin servicios públicos, sin educación, sin moneda, sin salario y con el peor desempeño en materia económica de los últimos sesenta años en toda la región, que contravienen los pronósticos de una mejoría en materia económica para el 2022, pues sencillamente lo que tendremos será un rebote de gato muerto, un espasmo luego de haber caído en más de ochenta puntos nuestro producto interno bruto, entonces se nos presenta este mensaje de navidad en cadena nacional, cual mensaje de su Majestad el Rey, en donde se le incorporan elementos propios del espectáculo al acto de rendir cuentas, en estas señaladas fechas en las cuales el país se prepara para una tercera ola de exiliados que supere los siete millones de venezolanos, es en medio de esta fistula purulenta de nuestra historia, en la cual se hace espectáculo y diversión la tarea de informar, para una sociedad que sencillamente se debate entre sobrevivir o contagiarse de la peste y morir de mengua sin asistencia médica, es el concurso de aquel pincel del virtuoso Cristóbal Rojas, pintando la miseria y la narrativa de este Sábado Sensacional eterno de los corrillos políticos de la tiranía instalada en el poder.

Primero es menester aclarar que resulta ofensivo por decir lo menos, manipular la historia de esta manera, recrear unas navidades simulando las que viviera Simón Bolívar, con un abeto canadiense de fondo y el trascurrir del tiempo mágico propio de las telenovelas venezolanas que hacían pasar de infante a hombre en un parpadear Maduro a un Bolívar, quien era convocado a la cena de navidad por la misma negra Matea, cena en la cual también eran comensales José Antonio Páez, Francisco de Miranda, Ezequiel Zamora, Manuela Sáenz, Negro Primero y Andrés Bello, de acuerdo a lo que pude identificar en ese mensaje producido por un pseudológo fantástico, que le diera forma a ese desaguisado, el cual era amenizado con música de cada región al mejor estilo de los otrora mensajes de navidad que producían los medios audiovisuales de comunicación social, ahora absolutamente minimizados, autocensurados y hasta cerrados por este régimen que paso de ser una distopía orwelliana a una distopía lúdica, de 1984 saltamos al “Mundo feliz”, para lograr este salto en la crítica social los totalitarismos reptan y logran desmontar a la escuela, a la educación, logrando que los ciudadanos pasen a comportarse como habitantes, como sobrevivientes, y acepten las mentiras del captor.

Lo más escandaloso de este mensaje navideño lo constituía el absoluto despropósito de disponer una mesa de Navidad con un lujo sibarítico, incompatible con el drama de los barrios de Caracas, con la violencia de Petare y el casi escindido territorio de la cota 905, en donde el Estado pasa a un gradiente de mayor lesión que el de fallido, sencillamente no hay Estado, existe todo menos la presencia del Estado y del orden o la sinentropía; inconformes con esa mesa de navidad, en donde concurrían cual númenes resucitados los próceres de la patria, interpretados pesimamente por un conjunto de actores cuyos pobres desempeños harían que el creador del método interpretativo, el propio Konstantín Stanislavski, se estremeciera en la tumba, se acudía a un culto perverso por el personalismo, pues encabezaban la mesa Nicolás Maduro y la Primera Combatiente, quienes además fueron aplaudidos por todo el Panteón Nacional, para que además hasta Andrés Bello tuviese que escuchar que paz, es sumisión y horrida persecución, que paz es censura y miedo, que estabilidad es subordinación; todos los notables próceres escuchaban con atención el mensaje de navidad y año nuevo, de los labios de Maduro salían las instrucciones para destruir a toda Venezuela, José Antonio Páez y Ezequiel Zamora compartían la mesa, junto a Manuela Sáenz y Francisco de Miranda, vaya exaltación al culto a la vacuidad y a la herrumbre de contenido.

Es menester denunciar estos mensajes que abordan las esferas públicas con mensajes plagados de un accionar propio del espectáculo y peligrosamente tendiente a la manipulación de la verdad, el interés por subvertir el paradigma concreto de la lengua, el pensamiento y el espíritu, estuvieron presentes en esta elegía a la pseudología fantástica, que solo persiguen vaciar de contenido la posibilidad de construir un relato robusto e incontrovertible que demuestre la eclosión de la peor tragedia vivida en este país, cuya evidencia se hace patente a través del daño antropológico patentizado al repetir tales insultos a la razón, a la moral y a la historia.

Bolívar abjuraba de la corrupción, maldecía la violencia de los militares hacia los civiles y en Angostura, nos previno sobre los riesgos de dejar perpetuar a un solo sujeto en el poder pues devendría la tiranía y la usurpación, males que exhibimos cual pústulas los lázaros en esta ex república secuestrada, de darse la imposibilidad de que Bolívar pudiese volver de su sepulcro profanado bajo inconfesables planes, dudo mucho que se sentase a gusto con Nicolás Maduro y le aplaudiera el hecho de habernos entregado a la satrapía cubana, rusa, turca, iraní y china y menos esperar que Andrés Bello, la pluma de este país pudiese celebrar la pobreza de lenguaje como instrumentalización de la perpetuidad en el poder.

Finalmente, la maldad es proporcional a la capacidad para hacer espectáculo del horror, y esos “actores” prestados a hacer bufa con los próceres de la patria, serian definidos por Antonin Artaud como malabaristas de las emociones, de un pueblo que padece los horrores de esta calamidad llamada revolución.

   “Los tiranos siempre han confiado, y lo hacen aún, en la censura. Después de todo éste es el tributo que los tiranos pagan por suponer que el público conoce la diferencia entre el discurso serio y el entretenimiento, y que le importa.”

Neil Postman.




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