Hace unos días, los portales de noticias de Venezuela compartieron la foto de un barco de Conferry hundiéndose solito, sin ayuda de nadie, en el puerto de Guanta. Después de la gestión bolivariana (la empresa privada tenía 7 ferries y los chavistas compraron 4 más), ni siquiera se sabe cuántas unidades están en funcionamiento (varias fuentes mencionaron que solo queda una), pero el tema de hoy no es remachar la epopeya destructora de la plaga roja, sino aprovechar el tema para hurgar en algunos rasgos de la sociedad venezolana que permiten explicar, en parte, cómo se fue vaporizando la prosperidad.

La historia comienza a mediados de 2011 cuando, en uno de sus arrebatos, el gobierno de Hugo Chávez expropió la empresa Conferry, propietaria y operadora de los barcos que transportaban pasajeros y vehículos desde tierra firme a la isla de Margarita. Un canal de televisión salió a la calle a conocer la opinión de la gente sobre la toma forzada y entrevistó a varias personas: una señora dijo que hasta cuándo el gobierno se iba a quedar con los bienes ajenos; el partidario del proceso revolucionario aplaudió la medida; un joven dijo que los ferries no funcionaban bien y que el Estado tenía que intervenir, y un señor serio opinó que los barcos se iban a hundir si el gobierno les ponía la mano.

Parecía que cada persona manejaba una posición diferente, pero valga resaltar un denominador común a todos los entrevistados: nadie habló de competencia (Conferry tenía un cuasi monopolio desde hacía décadas); nadie dijo que había que fomentar la entrada de operadores nuevos para que mejorara el servicio. Ninguno habló de la posición dominante de la naviera como una de las causas principales de las fallas y el disgusto de los pasajeros (por supuesto, no a la escala de hoy). No hubo un solo discurso que se refiriera a los postulados básicos de la economía de mercado.

En Venezuela, diversas encuestas realizadas en los años ochenta y noventa señalaban que para el 70 % de la población “el capitalismo es inmoral porque los trabajadores son despojados de parte de los ingresos a los cuales tienen derecho”. 55 % de los venezolanos no apoyan los valores del libre mercado (8 % los apoyan y a 37 % le son indiferentes), y la competencia no es vista como una fuerza para lograr mejoras, pues el consumidor raras veces percibió los beneficios competitivos bajo la forma de mejores productos, mayor variedad o mejores precios.

Si se combinan las encuestas, las entrevistas y el perfil cultural de la sociedad -que ha sido estudiado por décadas- se puede sospechar, por decir lo menos, que los valores de la economía de mercado no son bienvenidos en Venezuela. De alguna parte tuvo que haber salido el socialismo por el que votó la gente hace 20 años. Conferry, en realidad, no se hundió sola.




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