Ronaldo Cerpa, de 24 años de edad, jamás pensó que su vida cambiaría tan drásticamente. El 4 de septiembre de 2017 decidió dejar de protestar en las calles de Maracaibo para emigrar a Quito (Ecuador) con su esposa, Elaine Parra, de 22 años de edad, como una vía de escape a la crisis económica y, para aquel entonces, de la escasez de alimentos que marcó el estado fronterizo del Zulia.

Con apenas 600 dólares en el bolsillo que lograron recolectar entre sus ahorros y familiares, la joven pareja se convirtió en parte de la diáspora venezolana, reseña el portal crónica.uno

Gracias a una conexión con un albergue en Quito, el matrimonio se fue con propuesta de trabajo y un lugar donde llegar. Relataron que permanecieron ahí una semana hasta que una mujer, que había prometido ayudarlos con el arriendo durante tres meses, concretó la propuesta. Ahí comenzó su travesía. «La señora tenía mucha plata y desconfió de nosotros. Así que el segundo día de estadía me llamó para decirme que me tenía que quedar todo el día afuera de la casa, porque no podía estar ahí mientras ella no estaba. Que solo podía cocinar en la noche cuando ella llegara o muy temprano en la mañana. Yo aún no conseguía trabajo, así que nos devolvimos al albergue, solo nos pudimos quedar ahí dos días y medio, contó Elaine, todavía conmovida por aquella situación.

Sin embargo, el albergue solo permitía hombres. Aunque sí les brindaron apoyo a ambos. “Nuestro amigo venezolano que está a cargo allá nos prestó dinero para el depósito de nuestro primer alquiler, en el que estuvimos durante un año. Nos dieron una cama, una cocinita y una nevera”.

Tres meses después de emigrar, Elaine consiguió trabajo en un centro de llamadas de una línea de taxi. Ahí trabajó hasta el 30 de octubre de 2019, cuando el estallido de protestas en la capital ecuatoriana desató una ola de violencia.

Elaine jamás sintió xenofobia directamente contra ella, pero la discriminación laboral y una agresión verbal del dueño de la compañía la hicieron renunciar a su puesto de trabajo. Fue ahí cuando pensó viajar de sorpresa a Venezuela para visitar a sus padres en diciembre, pero hubo un giro inesperado en los planes.

Ronaldo, por su parte, siguió escalando en el área laboral, pasó de lavar autos, atender llamadas telefónicas y vender electrodomésticos a ser vendedor de una reconocida marca de refrescos. Yo seguía haciendo mi trabajo sin descanso, pero uno de esos días que estaba muy enfermo, me supervisaron y decidieron echarme. Yo hablé con mi jefe, le dije que me sentía mal y me dijo: ‘Yo te voy a dar un consejo: los problemas de la casa se dejan en la casa, aquí se viene a trabajar’.

Calidad de vida a cambio de nada 

Ronaldo define emigrar como “feo”. Para él la complicación no fue el trabajo, aun cuando en Venezuela no logró terminar sus estudios en la carrera de Administración de Empresas. No le faltó empleo y logró sobrevivir con su esposa, pero hoy se cuestiona sobre si vale la pena o no convertirse en migrante.

La migración de venezolanos debido a la crisis política y socioeconómica del país no parará de crecer en 2020. La Organización Internacional para las Migraciones (OIM) y la Agencia de la ONU para los Refugiados (Acnur) calculan que habrá 6,4 millones de personas en el exterior para el próximo año.

Elaine dice que llegó a preocuparse mucho por su esposo. “Decidimos volver porque él se sentía muy mal anímicamente. Pensé  venir de vacaciones en diciembre del año pasado. Mami sabía, pero le quería llegar de sorpresa a mi padre. Al final su depresión nos hizo regresar, decía que no sabía qué le pasaba, que tenía todo pero que le faltaba algo: su familia.

Lee el trabajo completo en: cronica.uno

 




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