Viernes Santo, la cuarentena se vuelve pasión, corona de espinas de privaciones y cruz de carencias en un país martirizado por el sanedrín rojo. El hombre piensa y su alma se revela, la musa se acerca esquiva y al fin acaricia el sentir del que escribe.

Cuando todo esto pase los corazones de los justos serán más fuertes al recordar la lucha que en el año veinte librara la humanidad para vencer a las sombras en que quiso confinarla la terrible enfermedad.

Cuando esto haya pasado frente a los ojos de la historia desfilarán en posta quienes ofrecieron sus vidas para atender al enfermo que sufrió en carne propia la dolorosa infección, en la soledad de una cama o en la humildad de un sillón.

En este vienes santo habrá pasión y muerte de dolores y tragedias arrastradas con cadenas en las calles y caminos de esta tierra. Después de este día de pena se encontrará la piadosa con el hombre que no cree pero que a la pandemia teme, porque en su pretensión agnóstica no encontró respuestas cuando buscó trascendencia en el vacío de su propia conciencia.

En este viernes santo rezará la familia el Vía Crucis en medio de la sala. Mientras, en cada hospital, llevará su propia cruz el contagiado de un virus que el mismo hombre creó en su osada pretensión y que dejó propagar desde el oriente lejano para atravesar continentes y cruzar fronteras sin pasar inmigración.

En este viernes santo se encontrarán el ayuno de besos y la abstinencia de pasión, pero más allá del sacrificio habrá abundancia de amor en aquellos seres de admirable devoción al trabajo por el prójimo que necesita atención.

Cuando esto haya pasado volveremos a escuchar del poeta aquellos versos que dejó de recitar cuando el contagio hizo mella en el cuerpo de la hembra que nunca dejó de amar. Cuando todo esto pase y más allá de esta vida nos volvamos a encontrar, te abrazaré como nunca, como si te fuese a perder, porque sé que entre mis brazos y en el calor de tu fe, estarás plena y segura inolvidable mujer.

Hoy, en este viernes santo, volveremos a pedir por la tierra en que nacimos, por la gente que es de aquí, que se reencuentra con quieres decidieron regresar después de que un día partieran izando velas de sueños que no pudieron lograr.

Semana Santa de claustro que obliga a permanecer entre muros a los niños que juegan con su mamá, mientras que la abuela pide al Arcángel San Miguel que le proteja su casa y libre de todo mal.

Y sí, salió el Nazareno en carroza de cristal y el pueblo llano pidió con sublime devoción que le ampare en estos tiempos de muerte y enfermedad. Y así pasan estos días que jamás olvidarán millones que sufren penas y esperan en cuarentena mejores tiempos llegar.

Y en la prosa y en los versos de estas crónicas compuestas está la imagen del joven que en el año diecisiete cayó ante la represión. Cuando todo esto pase y amaine la tempestad renacerán en tus campos las ansias de libertad y volveremos a verte con tu escudo de cartón y tu espada de hojalata, cabalgando sobre nubes, reclamando tu destino de novel libertador.

Porque otro confinamiento que lograremos romper es el mismo que el oprobio nos ha querido imponer, y al final será en batalla de gloria definitiva, sobre las tumbas de los héroes nuestros, que lograremos vencer.

Cuando todo esto pase se escucharán las chicharras anunciando la tormenta en un nuevo amanecer y comenzará el cortejo de aves en su trinar en un ciclo de la vida que volvemos a empezar. Y en el campo de los sueños germinará el ideal cultivando nuevas causas que esperan reverdecer sobre la tierra arrasada por la pérdida de fe.

Y pasará todo esto y dejaremos atrás la tristeza de los muertos y el miedo a la enfermedad. Y volverán los gritos de los niños a llenar el colegio y el jardín, se encontraran en la calle el amigo y su vecino y volverán a reír. Cuando regrese la calma, y amaine la tempestad, cuando vuelva la esperanza a las almas de los hombres sedientos de libertad.

LUCIO HERRERA GUBAIRA.




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