Manuel sale al jardín y mira hacia el cerro con la expectativa de reencontrar su belleza. Ahora mismo que resiente el confinado trajinar en medio del distanciamiento de cuerpos y almas.

Allí la encuentra, altiva, hermosa, llena de flores. Hace apenas unos días era un feo esqueleto de tronco desnudo y ramas secas. En mayo parecía un árbol muerto y ahora recupera la vida con las primeras lluvias, cuando regresan las mañanas húmedas en este nuevo junio que comienza a pincelar de verde cada colina marrón que rodea al valle.

Él se ha negado a doblegar su espíritu en el confinamiento y mientras reinventa su día a día mantiene la llama encendida de su propia esperanza. Ha dejado de escribir en los grupos y hasta se ha escabullido de las redes sociales. Sus ganas se oxidan con tanto salitre de resentimientos. Necesita aire fresco y nuevo color para sus motivaciones. Hoy la acacia flamboyán le regala el suyo.

Manuel se regocija en el milagro de la explosión de color en los cientos de florecillas carmesí. Allí aprecia el mensaje providente en el volar mágico de los colibrís que beben el néctar de las muchas tetitas dulces del árbol. Fuente de vida que suministra el delicioso manjar que atrae a la abeja silvestre que poliniza más allá cuando baja falda abajo del cerro.

Y en ese instante sublime entre la realidad y el sueño el hombre le habla al árbol:

—Acacia en Flor, concierto de sonidos del conoto y la paraulata, del cristofué y el azulejo, del canario, la reinita y el chirulí. Hoy hasta el escándalo de la guacharaca tiene lugar en ti—.

—Pasaste inadvertida casi todo un año, callada y tranquila ante la inmensidad del samán que te abrazaba con sus ramas porque sabía que te pondrías hermosa y temía perderte—.

—Hoy resaltas en el pie de monte sobre todos los demás y llega el momento de rendir culto a tu belleza única. Eres como el amor que esquiva y después se realiza plenamente en frenesí de sensaciones e imágenes como bullicio de quebrada cuyo cauce vuelve a la vida con los primeros chaparrones después de una larga sequía—.

—Vuelves a sorprender y nos das una lección de vida. Cuando te creíamos perdida vuelves a florecer. ¿Será que así será con esta tierra tan querida? —.

—Acacia en flor, anuncio de cambios, inspiración de artistas y consuelo de poetas. Floreces en el mismo cerro y vuelves a regalar tu color para dar a conocer que estás allí, que nunca te marchaste, que solo te preparabas para volver—.

—Tardó y regresó tu color pero no te fuiste. Como no se han ido aunque parezcan dormidas las ganas de emprender con mayores fuerzas la causa de liberar a Venezuela de las cadenas de esta nueva esclavitud que oprime a sus hijos. Este hermoso país que florecerá otra vez, como tú lo hiciste nuevamente, después de la sequía—.

LUCIO HERRERA GUBAIRA




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