Los jugadores del FC Barcelona celebran su victoria en la final de la Copa del Rey tras derrotar al Athletic Club. / Foto EFE

El Barcelona goleó por 0-4 al Athletic Club en la final de la Copa del Rey en el Estadio La Cartuja de Sevilla, donde ganó con solvencia y brillantez su trigésimo primer título copero en un encuentro que dominó en todo momento y en el que pasó por encima de un rival inofensivo.

El conjunto de Ronald Koeman, que conquista el primer título de su etapa como técnico culé, ya dejó clara su neta superioridad desde la primera mitad, aunque no tuvo acierto en las ocasiones de gol que generó, todo lo contrario que en la segunda, en la que trasladó al marcador su supremacía y buen juego con un gol de Antoine Griezmann, otro del neerlandés Frenkie de Jong y un doblete de Leo Messi en doce minutos, desde el 60 hasta el 72.

En un duelo clásico del torneo, al que los catalanes llegaban con 30 títulos y los vizcaínos con 23 en la segunda final entre ambos de este curso en La Cartuja tras la Supercopa ganada por el Athletic (2-3 en la prórroga) el 17 de enero, los ‘reyes de copas’ recuperaron a hombres clave como Piqué para el Barça y Muniain para el equipo vasco.

Ronald Koeman sacó un once azulgrana con Piqué, que se perdió el clásico contra el Madrid pero ya recuperado de su problema en una rodilla, en una zaga de 3 con Mingueza y Lenglet, en detrimento de Araújo; el neerlandés De Jong, Sergi Busquets y Pedri en el medio; y Leo Messi y Griezmann arriba, al dejar al galo Dembélé en el banquillo.

En el Athletic, Marcelino García Toral recuperó a Muniain, que estaba tocado, para su esquema ofensivo junto a Raúl García e Iñaki Williams, con Dani García y Unai López en la medular y sin Yuri Berchiche, con problemas físicos, en una defensa en la que le sustituyó Mikel Balenziaga, junto con De Marcos, Yerai e Íñigo Martínez.

Esta nueva ‘fiesta’ del fútbol llegó, además, sólo dos semanas después de la final de Copa aplazada de la pasada campaña y también en el mismo escenario, donde el Athletic sufrió la decepción de perder en ese histórico derbi vasco contra la Real Sociedad (1-0).

La final arrancó con un absoluto dominio de los culés por su facilidad para plantarse ante el área rival y con los rojiblancos muy incómodos e incapaces de forzar errores y robar balones para armar rápidos ataques a la contra.

Por el contrario, el Barcelona, mucho más incisivo desde el inicio con un fútbol de toque, pero profundo, y con las ideas claras, merodeó con asiduidad cerca del marco defendido por Unai Simón ante un Athletic al que apenas le duraba el balón en su poder y que buscó sin éxito sorprender con puntuales pelotazos largos para Iñaki Williams.

Pese a su dominio, el equipo de Koeman no estuvo certero en el remate, como en un tiro a la base del poste derecho de Frenkie de Jong a los 5 minutos, tras una conexión con Messi, ni en un intento del astro argentino en el ecuador de este periodo, después de varias combinaciones dentro del área, que detuvo sin apuros Unai Simón.

El cuadro bilbaíno, agobiado por el control casi abrumador del juego por parte de su rival, quiso desperezarse y en un lanzamiento de falta dio su primer y único aviso en la primera mitad, pero el remate con la punta de la bota de Íñigo Martínez salió fuera por poco, en tanto que el Barça siguió a lo suyo, moviendo el balón y buscando vías para superar a la exigida zaga vasca.

Los barcelonistas mantuvieron su dominio, si bien les faltó hallar el último pase o el remate oportuno para acrecentar su peligro ante el área del cuadro vasco, que se rehizo, a base de trabajo, disciplina e intensidad, aunque pagó el peaje de tener una presencia ofensiva muy escasa o incluso nula.

En la reanudación, Marcelino buscó soluciones. Muniain, desaparecido en la primera mitad quizás por no estar físicamente a tope, dejó su sitio a Lekue, que se situó de lateral derecho para que De Marcos adelantara su posición y Berenguer se cambiara de banda hasta que poco después le sustituyó Mikel Vesga para reforzar la medular.

El guión, sin embargo, no varió un ápice. El Barcelona continuó mandando y gozó de hasta tres ocasiones claras en los diez primeros minutos que no se convirtieron en gol por la actuación milagrosa de Unai Simón, que, muy inspirado, le sacó el balón con el pie a Griezmann, rechazó un tiro de Pedri y luego un remate desde el área chica de Busquets.

Aún así, el conjunto azulgrana, inmensamente superior, siguió apretando y al final abrió la ‘lata’ a la hora de juego con el 0-1 de Griezmann, que le cruzó con la zurda el balón a Simón en un centro medio desde la derecha de De Jong, lo que fue un mazazo para un Athletic que ya no se recuperó.

A los tres minutos, el neerlandés, incombustible en labores de contención y también en ataque por su potencia para llegar desde la segunda línea, marcó el segundo al cabecear en el área chica un centro de Jordi Alba y, cinco minutos después, combinó muy bien con Messi para que el argentino, de tiro cruzado, batiera de nuevo a Simón.

En pleno desconcierto del Athletic, y a pesar de que Marcelino intentó la reacción con un triple cambio al entrar Unai Núñez, Yuri Berchiche y Villalibre por Yeray, Unai López y Williams, éste muy desasistido en todo el choque, Messi firmó el 0-4 de un ajustado y certero disparo en una nueva asistencia de su ‘socio’ Alba, pese a que Simón llegó a tocar el balón.

Los azulgranas controlaron sin problemas el resto de una final en la que dominaron por completo a un Athletic disminuido, muy tocado y que encajó un quinto gol, obra de un activo Griezmann a cuatro de la conclusión, aunque fue anulado por fuera de juego tras intervenir el VAR y ello libró al cuadro vasco de llevarse una ‘manita’.




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