“No es signo de buena salud el estar bien adaptado a una sociedad profundamente enferma» J. Krishnamurti

En la introducción de su libro » Psicoanálisis de la sociedad contemporánea”, Erich Fromm definía los síntomas de una sociedad enferma: «Una sociedad insana es aquella que crea hostilidad mutua y recelos, que convierte al hombre en un instrumento de uso y explotación para otros, que lo priva de un sentimiento de sí mismo, salvo en que se somete a otros o se convierte en un autómata».

Los venezolanos vivimos a corto plazo y con una incapacidad manifiesta para pensar a largo plazo. Nos encontramos en un momento en el cual se gestionan situaciones en lugar de trascender intereses, y no nos organizamos alrededor de principios, con lo cual el debate político -que a su vez presupone la existencia de un cuerpo político- se vacía de sentido y sustentación. No resulta fácil establecer realmente qué demandan esos ciudadanos que se encuentran tan desorientados.

El régimen detenta mucho poder pero carece de liderazgo; la clase de liderazgo que exige un país cuando se enfrenta a una enfermiza crisis moral, política y socio-económica como lo que parece haber llegado para quedarse.

De la sociología se puede extraer que el fenómeno de la angustia de una sociedad, es parte de un proceso en el cual íntimamente hay connotaciones desde lo personal a lo gubernamental. La anomia, término acuñado por Emile Durkheim, uno de los pioneros de la sociología, que definida en el diccionario de la Real Academia Española como «Ausencia de ley. Conjunto de situaciones que derivan de la carencia de normas sociales o de su degradación» nos da la pauta de una definición más precisa para lo que acá pretendemos abordar: la enfermedad de nuestra sociedad. Cuando una sociedad enferma, porque ha perdido la conciencia humana, todo se deshumaniza y se da paso a los hechos más nefastos. Lo crónico es que sigamos en la confusión conceptual de convertir delitos en derechos, de propiciar dudas y cinismos, el miedo y la impotencia.

Erich Fromm, al definir los síntomas de una sociedad enferma, anotaba: «Una sociedad insana es aquella que crea hostilidad mutua y recelos, que convierte al hombre en un instrumento de uso y explotación para otros, que lo priva de un sentimiento de sí mismo, salvo en que se somete a otros o se convierte en un autómata».

Se hace menester reconocerlo, vivimos un proceso de la antinomia que desgarra a nuestra nación y que nos remite al dualismo profundo en que vivimos y a sus tendencias contradictorias: creencia y crítica, conformismo e inconformidad, inercia y superación, negación del ciudadano y afirmación popular, acumulación de riqueza de los secuaces y de los enchufados y pobreza generalizada, clase privilegiada y ciudadanía que no acaba de surgir.
Se repite el discurso, se repite la retórica, y en fin de cuentas, las cosas cambiaron, para quedar peor… ¿Acaso no nos estamos habituando a interminables colas, o acaso no vemos con naturalidad el regreso de enfermedades erradicadas hace muchos años? Como resulta normal que no se pueda garantizar la adecuada asistencia hospitalaria pública a los enfermos de COVID.

Hemos vuelto para atrás. Una sociedad que se precie de tal, no puede ni debe permanecer por más tiempo impasible ante tanta barbarie política e institucional como la que campea a sus anchas hoy en nuestro país. Y por supuesto, mucho menos, ante el sufrimiento ciudadano que de ello se viene derivando, ya que, más pronto que tarde y de no ponerle freno a tiempo a tanto mal uso y abuso de poder, ello acabará afectando y creando no poca decadencia y mayor sufrimiento al conjunto de los venezolanos. Si hay una oportunidad de país, si hay un chance como para tener una sociedad decente y digna, apta para vivir en ella (que no pensemos en el exilio como única salida) ello exige un enorme compromiso ético-político en primer lugar.

Como también ocasiona angustia colectiva en nuestra sociedad el carácter imprevisible, el sempiterno riesgo con amenazas tras amenas de este régimen pendenciero, incapaz y rapaz; amparado en la ausencia de probidad del sistema jurídico y el irrespeto de los derechos individuales garantizados por la Constitución.

Así las cosas, podemos argumentar que ya entramos en una etapa de carácter epidémico de la sociedad venezolana. El diagnóstico es muy claro: padecemos una sociedad enferma. Es muy triste tener que admitirlo, pero ya no hay discusión posible. Se podrá poner en duda el tipo de enfermedad que padece la sociedad o en el grado de la misma, pero de que está enferma, no hay duda posible. Nuestra sociedad está gravemente enferma. Y una de dos, o la curamos o se nos muere.

Manuel Barreto Hernaiz




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