Se acerca la fecha pero se aleja la certidumbre. El próximo 10 de enero es el día fijado para la juramentación oficial ante la Asamblea Nacional del presidente electo en los comicios del pasado 28 de julio. El régimen se aferra al fraude electoral y arrecia la represión y las demostraciones de fuerza: 2000 presos políticos –niños incluidos- sometidos a torturas y sin derecho a la defensa, leyes radicales dirigidas a cualquier cosa que pueda llamarse oposición, sociedad civil o críticas a la clase dominante, agresiones abiertas a los asilados en la embajada de Argentina; en síntesis, una actitud y unas acciones que tienen la clara intención de borrar de la mente colectiva cualquier indicio de debilidad o reconocimiento de culpa. Y, como es costumbre, todo este brebaje represivo se acompaña con un discurso absurdo y amenazante que es capaz de negar desde la pobreza crítica y la falta de libertades hasta la redondez de la tierra.
Del otro lado, en la acera democrática, la narrativa busca crear confianza y evitar el desánimo. El presidente electo por la mayoría dice que estará en Venezuela a recibir el cargo que se ganó en buena ley y la líder de la oposición señala que la pelea sigue siendo hasta el final. Tanto Edmundo González como María Corina Machado mantienen un mensaje de optimismo hacia el futuro cercano, el de más allá y el de largo plazo. No revelan cuál será su estrategia para sacar al chavismo de Miraflores, pero así lo han hecho antes y así llegaron al punto de demostrar, sin espacio para dudas, la trampa oficial que convirtió una desventaja de 37 puntos en una diferencia de 52 contra 43% a favor del incumbente.
Contemplando las dos posiciones, y tratando de adivinar por dónde se inclinará la balanza, está la mayoría del país, los que viven dentro y los que estamos fuera. El 80% que se opone al régimen y la minoría que lo apoya. Los que queremos un futuro próspero para el país y los que están conformes –o buchones- con el status quo. Los que quieren regresar a su lugar de origen, los presos y asilados que quieren salir en libertad, los que se conformarían con un sueldo decente y un poco de seguridad, los que solo tienen una voz y unas esperanzas puestas en el equipo opositor que hasta ahora lo ha hecho muy bien, pero que enfrenta el peligroso ascenso final para hacer cumbre y cobrar.
Estando en esa reflexión me conecto a un webinar en el que el expositor es un investigador norteamericano, profesor en temas de Geopolítica y estrategia militar con especial interés en América Latina, quien fuera funcionario del Departamento de Estado de EEUU en la primera administración de Donald Trump. El tema es el futuro de Venezuela, las opciones que se presentan y las probabilidades de cada opción. Justo la trama que andaba buscando para arrojar un poco de luz sobre lo que puede venir el mes que viene y más adelante.
Un análisis hecho por un agente externo siempre es conveniente. Bastante limpio de vísceras y deseos, nos muestra la realidad de la forma más objetiva posible, sin deseos de complacer a la galería ni de descargar emociones señalando a la tierra prometida. Los escenarios que se presentaron, sin mayores adornos ni calificativos, pueden resumirse como sigue: muy baja probabilidad de una entrega pacífica y democrática por parte del chavismo; igualmente baja la probabilidad de una intervención militar, de parte de EEUU o de otros países democráticos, para forzar la salida del régimen; muy probable el endurecimiento e incremento de sanciones; poco probable una fractura en las fuerzas armadas, aunque se manifiesta un cierto descontento en los mandos medios y bajos (los altos mandos son cómplices del gobierno en montones de negocios opacos y el espionaje cubano ha sido efectivo en detectar a los disidentes); es posible una juramentación simbólica de Edmundo González, en Venezuela o el exterior, y el establecimiento de un gobierno paralelo; Rusia, Irán y China tratarán de reforzar y apuntalar al chavismo por muy diversos intereses, que van desde lo comercial hasta lo geopolítico; cualquier transición de poder desde el chavismo dejará una situación muy delicada de gobernabilidad; la juramentación de Maduro el 10 de enero confirmará la existencia de un gobierno de facto que debería debilitarse con el tiempo, si bien este tiempo es difícil de estimar y dependerá mucho de la estrategia y las acciones de la oposición al régimen.
Al final, no hubo sorpresas ni cisnes negros. Lo que se escuchó fue un análisis de la realidad venezolana, desapasionado y crudo, pero creíble.