La envidiable memoria y el buen timbre de voz hacían de Adelita, mi madre una excepcional declamadora. Disfrutaba oyéndola recitar sus poemas favoritos, entre los cuales para los de Andrés Eloy reservaba el altar mayor.
Uno de sus predilectos era Habladurías del yaracuyano Manuel Rodríguez Cárdenas, clásico ejemplo de nuestra poesía afro-venezolana, para nombrarla con el modo hoy al uso. Esos versos llamados entonces negroides, con notables representantes en nuestro Balbino Blanco Sánchez, orgulloso fermintoriano que iba de oficina en oficina vendiendo sus cassettes y en aquel cubano que escuché en viejos LPs llamado Carbonell.
En las Habladurías de Rodríguez Cárdenas, por cierto esposo de Doña Yolanda Moreno “La bailarina del pueblo venezolano”, un hombre pondera un idílico paraje donde “es dulce y sabrosa la melaúra” y tiene “una sierra de pan tostao/ donde el máis que se siembra nace cargao”, donde se hacen realidad todos los sueños de la raza preterida, como que “esperan las mujeres al que no vuelve/y no hay capataces ni comisarios/ni aprovechan el sueño las macaureles” a lo cual los atentos escuchas contestaban “¡Bamonós pa’llá!”
Algo así como decir de una tierra libre, justa y en paz, donde la constitución se cumple y la ley se aplica igualita para todos y de eso se encargan tribunales justos, independientes y capaces. Con escuelas, liceos y universidades abiertos, bien dotados, con docentes dignamente pagados. Hospitales equipados a la altura, con personal médico y paramédico remunerado con justicia, donde te atienden y te curan. Con calles seguras por donde circula transporte moderno y accesible que te lleva y te trae de trabajos decentes donde lo que ganas te alcanza para comprar y ahorrar, porque la plata vale. Y el que trabaja progresa. Y al que está en problemas se le ayuda para que salga adelante. Y el gobierno gobierna y la Asamblea representa, legisla y controla. Y el contralor controla y el defensor defiende y el fiscal fiscaliza. Y delincuentes y corruptos pagan. Donde el gobierno respeta a la gente y claro, la gente respeta al gobernante. En una tierra así ¿A quién no le va a provocar vivir?
Volviendo a las Habladurías, cuando los amigos preguntan, naturalmente dónde está esa tierra maravillosa ”que ya casi nos tienes la boca aguá” . Él les responde “esa tierra, trigueños, yo lo sabía/ pero perdí los libros de geografía” y estas “cositas güeñas que yo he pintao/son puras invenciones pa’conversá”