¡Hablemos de los postergadores!
¿Los postergadores existen? ¿Viven en pasado?
¿En tiempos actuales? ¿Cómo es eso, amigos?
Y ahora que recién acabamos de escuchar la expresión `postergar`, oigan estas duras palabras: “Abandonar algo puede tener justificación, pero abandonarse uno a uno mismo, no lo tiene jamás”. Estas fueron palabras de Ralph W. Emerson (USA) para aclarar perjuicios del abandono y postergación en la gente.
Los postergadores, a quienes no debemos considerar flojos ni evasivos ni “achantados”, sino “diferentes”, son personas que se parecen cada vez más a como lucen, con su evasiva actitud física, psíquica y anímica.
¿Cómo son? ¡Parecidos a ellos! ¡Como sí mismos! Tienden a descuidar toda su integridad, al hablar, al vestir, al participar, al oponerse. Casi diríamos que se “esconden”, sin evitar que estén al descubierto. ¿Incomprensibles? ¡No!
¡Como en estos tiempos! ¿No parecen a usted, amigo lector?
Muchas personas se creen -seriamente- ineficientes en el trabajo, o más ocupadas que la mayoría, con cosas complejas por hacer. Personas que vemos en todas partes, quejándose de todo a toda hora, y no averiguan los orígenes de perdidas, de ansiedades, malestares y otros problemas. Personas en trabajos que ni hacen, ni se niegan.
¿Será que no les apoyan sus superiores, ni disponen de recursos económicos, materiales o informativos? ¿Estarán varados por deudas?
¿Qué ocurre, entonces? Tomemos en cuenta razones que no se ven: Un viejo y sabio decir callejero afirma que “las apariencias engañan”. Algo de esto podría estarles ocurriendo, y lo explica.
¿Seremos nosotros los mayores responsables de acumular trabajo en nuestro ambiente laboral? ¡Sin embargo, creemos que cumplimos con la dedicación y pasión, el trabajo diario!
Una razón poderosa para no ser eficientes en el trabajo es el mal hábito de la postergación: ¡Dejar las cosas para después! Cuando postergamos cualquier acción aumentará la dificultad para reiniciarla más adelante. Podrían ser muchas, e importantes, las actividades, órdenes, decisiones, razones, diferidas a diario, para hacerlas después.
Además, puede ser incómoda la sensación de inadecuación (desajuste), que se genera al reiniciar una actividad, luego de la decisión de retomarla. Reiniciar lo dejado para hacerlo después, casi siempre se acompaña de una sensación de pesadez intelectual y desmotivación, aun cuando hayamos tenido un tiempo para descansar y refrescarnos. Es razonable, pero puede ser que el intento de pensar reiniciar haga “pesado” el momento. La sensación negativa nos llega de saber que retomamos lo que es de un momento ya superado, y lo reiniciamos por obligación, o por compromiso con nosotros mismos.
¡Abundan razones de evadir y postergar trabajo! ¡Malas costumbres!
Todo reinicio viene de un pasado, y está fuertemente ligado (“encadenado”) a ese pasado. Por esta razón, el escritor Donald R. Perry Marquis (USA 1878-1937) acertó al decir que “la postergación es estar al día con el ayer”.
Postergar preocupa más cuando es fuerte la desmotivación, porque dejamos de hacer aun con tiempo suficiente para hacerlo. La falla que desmotiva puede ser un estado inicial, pero ya establecido, de depresión personal.
Toda postergación es costosa y con vicios: A mayor ansiedad postergamos más y desarrollamos decisiones mucho menos elaboradas, más llenas de costosos y probabilidades de más y peores errores.
¡El éxito llega siempre cuando lo que hacemos es importante! La “flojera” humana nunca puede ser una actitud que nos lleve a producir con calidad, y menos con creatividad. ¡No nos acostumbremos a postergar, y menos a inventar evasivas de escapes disimulados, porque el asunto puede pasar a ser un hábito o una adicción creciente y gozosa!
“No dejemos para mañana lo que, pudiendo, dejamos de hacer ayer, y pudimos hacerlo, muy temprano, a tiempo, hoy”.
Hernani Zambrano Giménez, PhD
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