Suena el timbre pero Augusto Linares no lo escucha. Tampoco lo hace el resto de sus compañeros del cuarto grado. Son las 9:30 a.m. Es la hora del recreo y todos prefieren quedarse dentro el salón, afuera el olor y el ruido de los camiones es más fuerte. “Otra vez el bote está colapsado”, le dice un niño a otro y Augusto asiente aunque no entiende muy bien ese término. Es una de tantas cosas que le cuesta comprender. Tiene nueve años y aún no lee con soltura, tampoco le va bien con la escritura ni con asignaturas como geografía, ciencias o historia, para él todas son lo mismo. Tiene dificultades severas con el aprendizaje asociadas a los altos niveles de plomo en sangre que le detectaron hace un año. La causa aún está en estudio, pero ya algunos especialistas lo han sugerido, otros lo confirmaron: se contaminó por estar expuesto a los agentes tóxicos de La Guásima.

Los números sociales de la GuásimaEn el salón siempre hace calor, aún en temporada de lluvia. El vertedero nunca deja de estar encendido. Al menos una parte lo está constantemente y la cercanía de la Unidad Educativa Municipal El Vigía con el botadero expone a los 400 alumnos al humo, las altas temperaturas, gases y sustancias teratógenas que ha provocado que 50% de esa matrícula tenga el resultado positivo en sus muestras de sangre para la detección de plomo.

Las consecuencias son obvias. Augusto es apenas un caso de los más de 200 niños escolarizados solo en esa institución que tiene severos problemas con el aprendizaje. Entre las comunidades cercanas a La Guásima, en Tocuyito, municipio Libertador, hay más de 18 planteles. En promedio se trata de cerca de 10 mil estudiantes que han sido evaluados. La mitad tiene plomo en sangre.

La intoxicación por este metal le ha causado a Milena Suárez un cuadro agudo de hiperactividad. Tiene seis años y en la sección B del primer grado le dicen “correcaminos”. Ella, además de las dificultades que padece Augusto, también se enfrenta a un problema de retraso neurolingüístico y es tratada casi a la par de José Pinto, su compañero con autismo. A ellos también les dijeron los doctores que vivir tan cerca del vertedero les ha causado un gran daño.

 

MATEMÁTICAS DE LA BASURA

Al segundo timbre del día todos están atentos. Es más importante que el del recreo. Es la hora de la salida y la jornada de trabajo debe comenzar. En grupos salen del plantel. El portero se los hace saber cada día: “Váyanse juntos. No caminen solos“, le indica al 98% de los alumnos. Solo ocho son esperados en la puerta por sus madres, el resto debe llegar a casa por su cuenta.

En ese momento Augusto pone a prueba en lo que es bueno: las matemáticas. No porque le gusten o se la hayan impartido con estrategias metodológicas acordes a su condición, sino porque su vida depende de los números. En las tardes, después de almorzar debe salir a buscar lo que en horas se transforma en dinero y en comida para toda su familia.

Él es experto hurgando entre la basura, tiene el ojo adiestrado para detectar bajo bolsas que no le sirven para nada, algún pedazo de metal, cartón o plástico. Y si consigue cable mucho mejor, lo quema y extrae el cobre. “Eso se vende bien”. Todo lo separa. Lo mete en paquetes distintos que después pesa y multiplica por dos mil 500 bolívares el kilo. Sabe contar cada billete. Eso lo entiende a la perfección.

Su maestra lo reconoce: “Es bueno para las matemáticas porque ha crecido con eso. Al menos sabe bien las nociones básicas”. Ella ha tenido que lidiar con muchos casos como el de Augusto, Milena y José. También con otros distintos pero con la misma causa, según revelan los informes médicos. “Hemos tenido niños con labio leporino, paladar hendido, retraso mental severo y encefalitis. Los doctores han reportado que se debe a la contaminación de La Guásima”.

 

PRIMER SOSPECHOSO

El doctor Ángel Rafael Orihuela escucha al otro lado del teléfono con atención. No evita sorprenderse con los relatos de enfermedades que pudieran estar asociadas al vertedero y no duda en confirmarlo: “Es el primer sospechoso de todo”, dijo después de respirar profundo.

Su explicación es contundente. La inhalación constante de sustancias teratógenas es capaz de ocasionar cualquier tipo de malformación congénita.

Hay muchos desechos industriales que son vertidos en La Guásima con estaño, yodo y otros metaloides

Ni con toda la experiencia de haber sido Ministro de Sanidad en 1992 se imaginaba que en Carabobo 197 mil 449 habitantes (según el censo del Instituto Nacional de Estadísticas de 2011), están expuestos a lo que la Comisión Ambiental del municipio calificó como un ecocidio, término que justifican con la incidencia del bote en fenómenos como efecto invernadero, calentamiento global, deterioro de la capa de ozono y contaminación del aire, suelo y agua.

Las cifras de plomo en sangre en niños son las de esperarse. “Es natural que al tener contacto directo con fuentes de ese y otros metales estén intoxicados”. El forro de algunos cables de alta tensión que queman en las comunidades para vender el cobre, e incluso pilas y bornes de baterías, tienen alto contenido de plomo. Pero hay más. Hay muchos desechos industriales que son vertidos en La Guásima con estaño, yodo y otros metaloides que se transforman en microelementos y sustancias teratógenas que provocan una alteración funcional, bioquímica o morfológica que se detecta durante la gestación, nacimiento o posteriormente y que es inducida durante el embarazo.

 

ENFERMEDAD INCURABLE

A Ercilia Tortolero se le ve caminando por las calles de Tocuyito siempre con una bolsa. No sale sin ella. “Aquí tengo mi vida”, exclamó señalando el paquete. Un inhalador y dos cajas de pastillas siempre la acompañan luego del diagnóstico de asma crítica que ha padecido desde hace 54 años, justo cuando se mudó al municipio a sus 10 años.

Ahora no tiene otra opción que seguir al pie de la letra las indicaciones de su neumonólogo Pedro Pagés. Cuando el humo en la urbanización José Rafael Pocaterra es incontrolable, sabe que debe conectarse al menos tres veces al día al nebulizador.

Más de 30 años de investigación y denuncia cuentan en la Comisión Ambiental de Tocuyito. Sus representantes, Ana Soto y Victoria Pinto llevan siempre en sus manos las carpetas que sustentan su trabajo. Los informes médicos de muchos vecinos son su mejor aval. Vicky La Rosa es una de ellas. En 2011 tuvo un diagnóstico variado: síndrome viral tipo dengue, infección respiratoria, neumonía holo-basal derecha, broncoespasmo derecho, asma bronquial en crisis, sinupatía obstructiva aguda y rinitis alérgica. Las conclusiones de la doctora Berta Ortega Ascanio, internista e intensivista que llevó el caso, evidencian que todas estas patologías fueron desencadenadas por “factores irritantes ambientales contaminantes como asbesto y quema de basura”.

A Margot Castillo se le detectó una Enfermedad Pulmonar Obstructiva Crónica (EPOC) y a Dinora Soto una neumonía bacteriana “contraída en la comunidad”, que se convirtió en meningitis. Se trata de alteraciones a la salud comunes en el municipio. “Son enfermedades ya incurables. Todos vivimos con alguna gripe o infección pulmonar”, relató Victoria Pinto. Su compañera de batallas, Ana Soto, no sale sin su mascarilla. “Este olor es muy fuerte. Así debe oler el infierno”.

 

AFECTACIÓN EN TONELADAS

La basura en la que se mueve a diario Augusto es trasladada al lugar desde cinco municipios del estado (Valencia, Naguanagua, San Diego, Los Guayos y Libertador). Cada día se reciben entre tres mil y cuatro mil 500 toneladas (TN) de desechos sólidos. La capital carabobeña es la que mayor cuota aporta con mil 500 TN.

que en 50 años han sido llevadas a La Guásima más de 83 millones de TN

Las cifras de la Comisión Ambiental indican que en 50 años han sido llevadas a La Guásima más de 83 millones de TN, que se traducen en 138 mil TN al mes en promedio y que afectan directamente a más de 30 comunidades en las que cada mañana se deben limpiar paredes, pisos e incluso sacudir la ropa para quitar las evidencias de horas de intenso fuego que arropa “como un hongo” a Tocuyito.

Los proyectos no han faltado. Por el contrario, han sobrado. Desde 1985 se anunció un proceso de licitación para la instalación de un relleno sanitario en el estado. Dos años después se advirtió que el bote estaba colapsado y que debía ser clausurado. Eso no ha sucedido y los efectos son claros en el autismo de José, la hiperactividad de milena, el retraso en el aprendizaje de Augusto y en las  reincidentes infecciones respiratorias de casi tres millones de personas acostumbradas ya al olor y al estruendo de las frecuentes detonaciones por gas metano que incendian La Guásima. El gobernador Francisco Ameliach prometió una vez más su clausura. Según aseguró, en 2017 ya el vertedero no existirá. Le quedan tres meses para lograrlo, mientras tanto todo sigue igual, o peor. todo indica que aún restan niños por nacer con alguna malformación congénita y que vivirán de la basura.




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