Hoy, 13 de noviembre los valencianos celebramos el día de Nuestra Señora del Socorro, nuestra patrona y patrona del estado Carabobo. Su historia es algo corta. En el siglo XVI, la Cofradía del Espíritu Santo, de Nueva Valencia del Rey, conformada por indios, esclavos y pardos, encargó a España la imagen de la Virgen del Perpetuo Socorro. Hay una leyenda que afirma que de la madre patria enviaron dos cajones, una contenía el gran retablo con la pintura de la imagen de la Virgen del Perpetuo Socorro, encargada por los valencianos y la otra, una estatua de la Virgen Dolorosa y, en el momento de la entrega, hubo un error y las cajas fueron cambiadas. La Dolorosa llegó a Valencia y la del Perpetuo Socorro, a Perú.
Recuerdo que, cuando estaba chiquita, una de mis tías ancianas me contó que el cambio sí se había hecho pero que, al abrir las cajas, nuevamente la Dolorosa fue la que llegó a nuestras costas y el retablo se fue de regreso a Lima. Pero Monseñor Lucio Esaá, vicario de la Catedral en la década de los setenta, lo desmintió en lo que se lo pregunté, aclarándome que era la romántica imaginación de algunas valencianas del siglo XIX.
Quien no se equivocó fue Andrés Eloy Blanco, cuando en su poema “Maisanta”, nos cuenta en versos lo que pasó.
El Socorro de Valencia
La llaman los que la llaman,
Valencia la del Socorro,
Valencia de las naranjas (…)
Desde el siglo diez y seis
se la trajeron de España
para su rumbo llanero,
navegante y navegada.
Porque se perdió en el mar
como jinete en sabana.
Cuando de España llegó
al puerto de Borburata,
Valencia se fue al camino,
Valencia se fue a la playa.
Pero todos se asombraron
en cuanto abrieron la caja,
porque en lugar de la Virgen
del Socorro que esperaban,
se encontró una dolorosa
con sus espinas clavadas,
con espinas de limón
y palabras de naranjas.
Como en los rumbos del Llano
se perdieron las dos cajas,
la valenciana al Callao,
la limeña a Borburata.
Del Perú pidieron cambio
pero Virgen no se cambia.
También narra Andrés Eloy en “Maisanta”, el milagro del origen de la fuente o manantial “El Jobo”, a los pies del Cerro La Guacamaya, al noreste de la ciudad. Esa zona se llamaba “El Monte de la Acequia”. Andrés Eloy lo cuenta, en el mismo poema, de la siguiente manera:
Y llegó el siglo diez y ocho
y llegó la falta de agua
Valencia tenía sed
y los cerros eran ascuas.
Antonio Diez Madroñero,
el Obispo de Caracas,
llegó con todas sus gentes
Al cerro de Guacamaya.
¡Hazme una nube! -le dijo-
¡Madre de Dios, Madre Santa!
Y de los pies del Obispo
se zafó una cinta de agua.
El reconocido escritor Jesús Marrero Wadskier publicó en su libro “Santísima Virgen del Socorro” el hecho conocido como “El Milagro del Jobo”. En este relato, no solo narra el episodio del Obispo Diego Antonio Diez Madroñero (quien tenía tal devoción a nuestra Madre del Socorro, que fue enterrado en su capilla, en la Catedral), sino que también describe un evento ocurrido en 1931. Resulta que, después de dos siglos, las aguas de la fuente de “El Jobo” se habían reducido a un pequeño manantial en el solar de una casa propiedad del Dr. Pablo Teófilo F. Feo, por cierto, padre de las recordadas maestras valencianas “las Feíto”. Y destacó Marrero que, con el regreso del Siervo de Dios, Monseñor Montes de Oca, a Valencia, tras dos años de destierro, le dedicó un artículo sobre la fuente de “El Jobo”, “pues en su escudo episcopal figuraba la imagen de Nuestra Señora del Socorro con este lema: ‘Ad Jesum per Mariam’” (a Jesús a través de María). Y milagrosamente, a los pocos días, la fuente desató de nuevo su corriente, brindando una gran utilidad a la comunidad valenciana de la época.
Para mi familia, la Virgen del Socorro siempre ha sido nuestra reina. Mis padres se llamaban Juan Germán del Socorro y Magaly del Socorro. En la Coronación Canónica de nuestra Señora del Socorro, concedida por el Papa Pío X, hace ciento catorce años, mi abuela Carmen Teresa Codecido de Feo, a sus nueve años, fue uno de los angelitos que adornaban la escena, mientras su futuro cuñado, Miguel Ángel Feo, también estaba ahí, pero como sacerdote. Este evento marcó la primera vez que una imagen de la Virgen Santísima fue coronada canónicamente en Venezuela. Además, Santiago, hermano de mi bisabuelo Miguel González Guinán, es el autor de la letra del himno en honor a la Virgen, con música de Luis Felipe Troya. Y el 13 de noviembre de 2010, cuando se celebraron cien años de aquel evento, Valencia lo conmemoró en la Plaza Monumental; durante la ceremonia, la Virgen recibió la Rosa de Oro del Papa Benedicto XVI, en medio de un aguacero terrible que demostró que la Virgen no necesita lujos, como lo dijo Monseñor Urosa en su homilía. Mi hermano Juan Pablo Correa hizo todos los arreglos orquestales y corales para ese día y dirigió la Banda Sinfónica del Estado Carabobo y el Coro Arquidiocesano, creado para esa ocasión e integrado por miembros de todos los ministerios de música del estado, es decir, cantantes piadosos, no profesionales; coro que aún sigue vigente.
Feliz día de La Virgen del Socorro tengan todos los carabobeños y que nuestra patrona nos dé su bendición.