El cáncer llegó a la vida de Roger Leal y su familia para cambiarlo todo. Él, un joven del estado Anzoátegui, tuvo que migrar para lograr cumplir su tratamiento. Pero no se fue del país. Se mudó junto a su mamá a Carabobo, donde encontró una alternativa para seguir adelante.
Desde el principio ha sido un camino muy difícil de transitar. “Es un diagnóstico que provoca que se te venga el mundo encima, te choca y te pega contra la pared, es fuerte, es duro estar lejos de casa, dejar todo atrás y venir a luchar a otro sitio”, relató Roselis Zamora, madre de Roger.
En octubre de 2019 recibieron la noticia: linfoma no Hodgkin. Y aunque buscaron todas las opciones en Anzoátegui para cumplir con el tratamiento, no lo lograron. “El hospital está en decadencia total y, aunado a todo lo que lleva la enfermedad y la contaminación de ese centro de salud, es terrible”.
Con ayuda de un amigo, estudiante de medicina en la Universidad de Carabobo (UC) pudieron conseguir que lo atendieran en la unidad de oncología del Hospital Universitario dr. Ángel Larralde, ubicado en Naguanagua, donde el apoyo de doctores y enfermeros ha sido fundamental.
En diciembre de 2021 Roger culminó sus ciclos de quimioterapias. En ningún momento le faltaron los medicamentos contra el cáncer porque, los que no les daban en el Instituto Venezolano de los Seguros Sociales (IVSS), las fundaciones ayudaban con el pago para compararlos en Colombia.
Una enfermedad muy costosa
Para Roselis, sin el apoyo de las fundaciones no lo hubiesen logrado. “Sin ellas el camino sería mucho más difícil, son las que prácticamente llevan a uno de la mano porque el cáncer es una enfermedad muy costosa”.
Sin los recursos necesarios para costear los análisis que constantemente debe hacerse Roger, fueron esas organizaciones las que lo hicieron. “Todo hay que costearlo prácticamente. Pero las fundaciones pagan entre el 70 % y el 80 % de sus exámenes”.
Así ocurrió con el ultimo aspirado de médula ósea y la biopsia que le hicieron en diciembre, y que costó 500 dólares. “Para una persona que gana sueldo mínimo es difícil.
Desde hace más de dos meses que culminó las quimioterapias, Roger debió hacerse un estudio a cuerpo completo que tiene un precio de mil 640 dólares y solo han recaudado la mitad de ese dinero hasta ahora.
También requiere ponerse un holter y asistir a varias interconsultas, pero no tienen el dinero que se requiere.
Lo difícil de la migración interna
Roselis y su hijo no tienen familia en Carabobo. Les ha tocado pasearse por diferentes residencias desde que llegaron. Pero el impacto económico de la pandemia le impidió seguir pagando alquilar, y gracias al apoyo de los padres de otro paciente que lograron irse a España, tienen dónde vivir.
A Roger le cambió la vida por completo. Además de enfrentarse contra en cáncer, tuvo que dejar su vida atrás, a sus amigos y a sus familiares en la ciudad en la que nació.
“A los pocos meses de mi diagnóstico comenzó la pandemia y, con eso, las clases virtuales”. Así terminó el bachillerato sin mayores incidentes y, actualmente, está empezando sus estudios de Derecho en la Universidad de Carabobo.
Lo mejor que les ha pasado en esta migración interna es conocer a mucha gente que los ha apoyado. “Los doctores y las licenciadas son una maravilla, siempre nos han colaborado en todo”.
Él solo espera reunir el dinero que falta para los estudios que debe hacerse y que los resultados le permitan despedirse del cáncer y seguir con su nueva vida junto a su madre, a quien le agradece por haber entregado todo por él.
