Maritza Caravallo camina más de ocho kilómetros diarios para tener agua. (Foto Nina Gabriella Bortolussi)

La escasez de agua potable se profundiza cada día más y son muchos los carabobeños que han cambiado su rutina para abrirle paso a una nueva: recargar botellones para hacer las labores del día al día.

Lavar la ropa, limpiar la casa y cocinar se ha convertido en un verdadero reto para los ciudadanos, quienes se muestran desesperados ante la situación. Maritza Caravallo, habitante de Naguanagua, tiene que caminar alrededor de ocho kilómetros diarios para surtir de agua a su hogar en Tarapío, donde residen cuatro adultos y tres niños.

Caravallo señaló que una de las vecinas de la comunidad presta su manguera, pues tiene agua del manantial, para que los demás puedan tener algo del líquido, motivo por el cual se arman grandes colas en el lugar.

Con una carreta vieja transporta los pesados galones de agua por una empinada loma que da hasta su humilde vivienda. «Yo lavo todos los días, por lo que tengo que hacer varios viajes para tener limpia la ropa de los niños, la mía y la de mi esposo».

Muchos han optado por perder una jornada de trabajo debido a que tienen que apelar por la buena voluntad de quienes reciben agua gracias al pozo que queda por la zona, indicó Caravallo.

Ocho kilómetros diarios por agua

La ama de casa recalcó que ni la alcaldía ni la gobernación han resuelto el problema que se presenta desde hace 27 días, luego de una explosión en Pao-La Balsa, que dejó a Aragua y Carabobo sin el servicio.

Gracias a la solidaridad de ciertos vecinos, los habitantes de Tarapío pueden llenar sus botellones. (Foto Nina Gabriella Bortolussi)

José Márquez, de 60 años, atraviesa por una situación parecida. Su vida ha cambiado por completo a raíz de la problemática del agua. Todos los días llena aproximadamente cuatro botellones para poder subsistir ante la falta del servicio.

Márquez ha tenido que sacrificar las tareas cotidianas para «cazar» el agua y así poder cocinar, lavar y bañarse. «Nunca pensé que pasaríamos por algo así. Uno ya no tiene calidad de vida en ningún sentido», dijo con profundo pesar mientras recordaba las buenas épocas de Venezuela.

Cerca de su morada pasa la corriente de una quebrada, pero no puede agarrar agua de allí, ya que esta se mezcla con las cloacas que poseen un fuerte hedor a heces, basura, entre otras cosas.

El sexagenario enfatizó que espera que pronto se solvente el problema, tal y como lo aseguró el gobernador de la entidad, Rafael Lacava, y la alcaldía de Naguanagua, que publicó un cronograma para el bombeo del agua, que supuestamente se realizaría los martes y viernes.

Hidrocentro publicó a través de su cuenta oficial en Twitter que los trabajos para el encendido de la primera linea de bombeo en la estación Pao I han avanzado en un 90%, lo cual permitirá el llenado de tuberías para progresivamente arrancar con los dos motores restantes para restituir el servicio.

SAN DIEGO 

En San Diego, la realidad no dista mucho de la de Naguanagua. Desde el 30 de octubre sus habitantes están sin suministro de agua.

Glenda Arias vive en La Carreta. Asegura que el olor emanado por la suciedad de la casa contigua, ante la imposibilidad de limpiarla por falta de agua, le ha generado enfermedades respiratorias. «Esto es horrible. ¿Cómo es posible que nos tengan así por tanto tiempo?» cuestionó molesta.

El impacto monetario es grande 

Arias sortea la circunstancia gracias a que la alcaldía les brinda a los residentes de San Diego dos botellones totalmente gratuitos para contrarrestar la problemática. Sin embargo, tiene que comprar dos más, lo que le genera un gasto de 56 mil bolívares durante este mes.

Juan Vicente Sotillo llena dos pipotes en una vivienda que colabora con la distribución del líquido para los residentes de la urbanización. En su camioneta blanca, los transporta para efectuar todas sus labores diarias.

El hombre puntualizó que no puede costear un camión cisterna, por lo que realiza esta tarea, que le resta tiempo para sus labores cotidianas.

(Foto Nina Gabriella Bortolussi)

VALENCIA 

En la parroquia de Rafael Urdaneta del municipio Valencia, un bote de aguas blancas tiene más de tres días desbordándose, pese a que la localidad no posee agua potable desde hace casi un mes.

El bote está frente al Mega Mercado de la urbanización Flor Amarillo, por lo que la ciudadanía hace un llamado a las autoridades competentes para que lo arreglen y vuelvan a restablecer el servicio del agua, que ha afectado en gran medida a sus pobladores.

La carencia de agua se repite en zonas como El Trigal, La Trigaleña, Las Chimeneas, Prebo, La Viña, y El Bosque en el norte de la ciudad. También en sectores como Candelaria y Flor Amarillo.

Los camiones cisternas quieren cobrar un monto superior a los 500 mil bolívares para llenar el tanque a quienes lo posean y en algunos llenaderos cobran hasta por las tapas de los botellones, afectando aún más el golpeado bolsillo de los ciudadanos.

Un bote de aguas blancas frente al Mega Mercado de Flor Amarillo, a pesar de que los habitantes de la localidad no cuentan con el suministro desde hace más de 20 días. (Foto Nina Gabriella Bortolussi)

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