Dictadura es gobernar al margen de la Constitución. Representa a un régimen que persigue la disidencia, viola derechos humanos, controla los poderes públicos, restringe la libertad de prensa, reprime las libertades individuales y juega con el hambre de la población. Siempre busca aliados internacionales y dentro del contexto local para blanquearse, pero el accionar diario a través de los discursos de odio, el uso a su antojo de las fuerzas de seguridad del Estado y la criminalización de quienes piensan distinto expone sus verdaderas intenciones: perpetuarse en el poder a costa de lo que sea.

Cuando me consultan sobre la denominación que podemos darle al gobierno venezolano se inicia un debate interesante. Nicolás Maduro fue electo en dudosas y cuestionadas elecciones; continuó con la persecución al periodismo independiente y aprovechando el putrefacto poder judicial venezolano, inhabilita políticamente a sus adversarios. Lo que pretenden hacer con María Corina Machado y otros dirigentes opositores, revela el abuso de poder y el irrespeto a la voluntad popular que anhela unos comicios presidenciales transparentes, en los que la gente pueda realmente decidir sobre el futuro del país.

Pero el panorama es complicado.  Los señalamientos que endosan a las sanciones internacionales la precariedad que experimenta Venezuela han calado en sectores populares afines a la revolución, en los que Chávez es asumido como una entidad suprahumana que hace milagros. En este sentido, la oposición nacional, aunque débil y fragmentada, debe unir voluntades para ir deslastrando esos discursos litúrgicos y centrarse en el rescate histórico de Venezuela, que, aunque cuesta arriba, todavía es posible. Recordemos que el hambre al que han sometido a millones de seres humanos no distingue color político.

Estos tiempos en los que aparecen rostros presidenciables son propicios para recordar a los cientos de jóvenes muertos a manos de la Guardia Nacional y la Policía Nacional Bolivariana durante las protestas de 2014 y 2017. Los fallecidos se contaron por docenas, pero la memoria corta de muchos ha invisibilizado estos crímenes. Frente a la barbarie está prohibido olvidar: Geraldine Moreno y Génesis Carmona, entre muchos otros, fueron muertes cercanas. Ambas cobardemente baleadas en Carabobo, donde elevaban su voz ante el régimen de Maduro, ese que pretende seguir destrozando lo que nos queda de país y que permitió que gente cercana desfalcara la estatal petrolera. Hacerse la vista gorda ante estos hechos es convertirse en cómplice de un régimen manchado de sangre y corrupción.

El discurso opositor también debe rescatar lo que esta revolución hizo a los medios independientes, escuelas y universidades. Entre 2003 y 2022, fueron cerradas 285 emisoras de radio. Solo entre 2013 y 2022, dejaron de circular más de 60 periódicos, cadenas extranjeras fueron expulsadas del país y las televisoras privadas que aún sobreviven, se ven obligadas a autocensurarse. Otras, complacientes, despiden a todo el que se atreve a cuestionar al régimen, pretendiendo un oscurantismo en el que solo se difunda la propaganda a conveniencia. Se olvida esa premisa básica de que el periodismo no es complaciente con el poder. Por si fuera poco, los medios críticos son citados con frecuencia ante tribunales y son víctimas de campañas de desprestigio. Así son las cosas, diría el recordado Oscar Yánez.

Si nos paseamos por las escuelas, liceos y universidades públicas, veremos el deterioro progresivo al que ha sido sometido el sector educativo en general, sin mencionar la asfixia que enfrentan maestros y profesores, con salarios que no llegan a los 60 dólares mensuales. A la dictadura no le conviene un pueblo educado, crítico y reflexivo, pues no duraría mucho tiempo en Miraflores.

Lo que está a la vista no necesita anteojos. El dictador está ahí, protegido por el manto militar, la alcahuetería de empresarios enchufados y la propia desmemoria cruel, esa que debemos ir atacando con debates públicos, visitando barrios y apoyando a nuestros medios independientes, esos que siguen dando la cara y no se han rendido frente al responsable de toda esta desgracia.

 




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